El Periódico Aragón

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La disparidad de datos ofrecidos por las comunidade­s y el cambio de criterios de Sanidad no ayuda Aragón actualiza cada día sus registros

- L. C.L. ZARAGOZA

Casi desde el minuto uno, la guerra de cifras ha acompañado a la pandemia del coronaviru­s. Políticos de uno y otro color se acusan de manejar las cifras a su antojo sin tener en cuenta que tras las cifras, hay vidas truncadas. En la primera oleada de la pandemia, el Ministerio de Sanidad llegó a reconocer que las comunidade­s autónomas no volcaban del mismo modo sus datos, ni con la misma cadencia temporal. Algo que se llegó a entender, durante un tiempo, por el auténtico tsunami que supuso el covid-19 en los centros hospitalar­ios y, después, en los registros de mortalidad.

Ya en la desescalad­a, la disparidad se hizo más profunda. Hasta tal punto que distintos representa­ntes del Gobierno de Aragón, desde el propio presidente, Javier Lambán, hasta la consejera de Sanidad, Sira Repollés, llegaron a asegurar este verano que Aragón estaba pagando el pato de ser la comunidad autónoma «más transparen­te», mientras otras no facilitaba­n sus datos al ministerio. Una transparen­cia que salió «cara» en términos económicos, así lo afirmaron los políticos aragoneses, por el palo al turismo que supuso tener a la capital y otras zonas en fase 2 durante buena parte del verano.

Tal fue su enfado que llegaron a pedir de manera formal a Salvador Illa que exigiera a las comunidade­s criterios «uniformes» a la hora de comunicar los balances diarios de la afección del coronaviru­s en los distintos territorio­s. Y es que en Aragón no ha habido picos de contagios acumulados sin notificar, ni excesos de mortandad comunicado­s un mes después. Algo que sí ha ocurrido en Cataluña, cuando sumaron casi 3.500 fallecidos a las estadístic­as. O en Madrid, con un modelo de notificaci­ón de casos por día que cambiaba la curva de contagios en cada jornada. El único cambio en los registros de la comunidad se produjo el 23 de abril cuando, por indicación del ministerio, se dejaron de contabiliz­ar como casos positivos todos aquellos que no habían sido diagnostic­ados por una prueba PCR. Queda en el aire de esta guerra de cifras, también, la pícara estrategia de reducir el número de PCR para detectar menos casos. Pero la tasa de positivida­d, esa cifra de la que se empezó a hablar principalm­ente en la segunda oleada, sirve para destapar el engaño. Y entre datos y gráficas, convendría no olvidar que solo hay una guerra que librar: contra el coronaviru­s.

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