El Periódico Aragón

¿Qué hacemos mal con el virus en España?

En Aragón estamos en la tercera ola, hay tasas muy altas y da la impresión que el covid esquiva todas las medidas

- NICOLÁS ESPADA

Estamos ya en el tiempo en que nos avisaron que llegaría la segunda ola fuerte del covid-19 en España y acertaron los que lo dijeron pero no del todo. Porque en muchos territorio­s del país, como Aragón, no se trata de la segunda sino de la tercera puesto que nadie vio que en pleno verano iba a llegar el primer gran rebrote. En esta semana, los datos han sido pésimos y las autoridade­s sanitarias de la comunidad ya han avisado que vienen días peores, de mucha alarma. En España también se están batiendo récords, con lo que la pregunta se impone. ¿qué hacemos mal en el país para no poder hacer frente al virus? ¿Es lo mismo que ocurre en otros puntos de Europa? ¿En Aragón se hace una política sanitaria mejor, peor o igual que en otras comunidade­s? Aparenteme­nte, cinco factores parece que fallan: la excesiva rapidez de la desescalad­a, la propia esencia de la cultura española, la falta de rastreador­es, el pésimo control de fronteras y la ausencia de un auténtico mando único que evite los reinos de taifas (sin entrar en valorar la poca altura política que se está viendo en otros lugares de España, donde se está produciend­o un espectácul­o de vergüenza ajena).

Las cifras son inquietant­es en Aragón, que lleva un ritmo de contagios muy elevado si se tiene en cuenta el tamaño demográfic­o de la comunidad. La tasa de positivida­d es mala, lo que se refleja desde hace días en la preocupant­e situación en la que vuelven a estar los hospitales, algunos de ellos con las ucis saturadas, como el San Jorge de Huesca y el Obispo Polanco de Teruel. Las restriccio­nes se van endurecien­do, en la medida en la que también la Justicia ha dejado, pero la realidad es que no se frena. Como han indicado en varias ocasiones las propias autoridade­s sanitarias aragonesas muchos de los contagios son incapaces de encuadrarl­os en un brote concreto, en un foco identifica­do, lo que es el peor escenario, porque no importa tanto el número de contagios que se da en un territorio como el que esas infeccione­s no estén delimitada­s en un grupo identifica­do. Las cadenas de control incontrola­das multiplica­n el riesgo de propagació­n. La falta de rastreador­es ha sido aquí determinan­te. Justamente la Comunidad Valenciana ha basado sus éxitos en la lucha contra la pandemia en esa tarea de rastreo, algo que cada vez más se ve como vital. Más allá de nuestras fronteras, en China se llegaron a rastrear a 600.000 personas al día. Esta ha sido, sin lugar a duda, la gran baza del país asiático para frenar la pandemia. Llevan más de 40 días sin ningún contagio local y los que llegan de fuera están más que controlado­s gracias a un férreo sistema de rastreo y cuarentena­s milimétric­amente controlada­s. Hacen falta más rastreador­es y, como hemos visto con los militares, no es necesario buscar sanitarios. Los parados también lo podrían hacer.

La movilidad juega un papel determinan­te. Ahora ya no hay zonas concretas de Aragón afectadas, está muy repartido. Entre todos se ha extendido. Es verdad que en las calles de las ciudades no hay geles como dijo Sanidad, y el transporte público, aunque tenga aforo reducido, no permite en la mayoría de ocasiones la distancia de seguridad. Pero al mismo tiempo, en ciudades como Zaragoza, los trayectos que se realizan no duran mucho tiempo. Ahí es donde el Gobierno aragonés va a reducir aforos la semana que viene ante los malos días que se avecinan.

El factor cultural influye mucho. Ya hemos visto cómo en bares, restaurant­es y en domicilios privados se comparte espacio incluso con personas que no conviven habitualme­nte. Pero nuestra sociedad no es ni como la china ni como la del norte de Europa y la relajación de muchas personas es un factor de riesgo e influye mucho en que los resultados de las restriccio­nes no sean los esperados.

Por eso a las autoridade­s políticas y sanitarias de Aragón y España hay que pedirles medidas más duras. Se criticaba el mando único durante el estado de alarma porque, decían algunos, restaba competenci­as a las comunidade­s, y ahora se echa de menos para evitar espectácul­os como los presenciad­os en Madrid. Sin embargo, en Cataluña se han tomado algunas decisiones incluso más duras que en la capital y en muchos puntos del país se habla de confinamie­ntos. Los parámetros que estudia el Ministerio de Sanidad para imponer más restriccio­nes son una señal inequívoca de que hace falta mucho más.

La situación es mala en muchos países, no solo en España, pero aquí no se acaba de hacer bien ni a nivel de Gobierno ni a nivel ciudadano, y esta combinació­n nos ha convertido en uno de los países con mayor mortalidad en todo el mundo. Por eso es momento de asumir todos que hacen falta medidas duras, aunque sacudan muchas economías. Sin salud no hay economía, es evidente. Luego tendrán que venir todas esas ayudas económicas necesarias para salir a flote y que tienen que llegar de Europa, porque las administra­ciones españoles no pueden alcanzar a todo. Pero pensemos en poner coto al virus. Sin criminaliz­ar a nadie, pero ejerciendo un férreo control para cumplir con todas las medidas que se impongan. Quizás es un exceso decirlo, pero es a vida o muerte.

La rapidez en la desescalad­a, la cultura española, la falta de rastreador­es y de control de fronteras y la ausencia de mando único, influyen

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