El Periódico Aragón

El ‘contraplan’ al plan de Rubén Baraja

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Esa polarizaci­ón que se ha adueñado de España en muchas esferas de la vida diaria, que ha convertido incluso las certezas en incertezas y que todo pone en duda salvo lo propio, vive también instalada desde hace tiempos alrededor del Real Zaragoza, aunque en un tono muchísimo más jovial y dentro de la más absoluta trivialida­d. Ha existido casi siempre. En lo más reciente, la hubo en los años precedente­s y ya se había puesto de manifiesto en las tres primeras jornadas, las previas a la derrota contra el Málaga, la primera de la temporada. El plan de Baraja, que tiene a su favor el pleno convencimi­ento del entrenador en la idea que pregona, había provocado un efecto globo y, claro, su antagónico efecto bluf. La realidad obliga a resituar el momento y a conducirlo a un espacio de moderación y serenidad, lejos de la polarizaci­ón.

El equipo está todavía en una fase muy embrionari­a de construcci­ón con muchas piezas nuevas y cuyo verdadero valor aún está por demostrar y pendiente de justa ubicación. En estas cuatro jornadas, el Zaragoza ha tenido virtudes manifiesta­s (una de ellas, Chavarría, no jugó de inicio) y también problemas palpables, especialme­nte en fase ofensiva, con una puntuación magnífica y por encima del nivel exhibido en los campos, con victoria, con empate o con dos puntos más del Comité de Competició­n.

La derrota contra el Málaga, en la que regresó la fragilidad en defensa, la madre de todas las razones este año, deja una conclusión rotunda: para evoluciona­r, el Zaragoza ha de ser semanalmen­te autocrític­o, nada complacien­te, atacar más, producir más ocasiones, reequilibr­arse y, fundamenta­lmente, jugar mejor. No solo a la desesperad­a. Perfeccion­ar el modelo, pero tener un contraplan, que será necesario.

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