El Periódico Aragón

The Lancet nos conoce mejor

- Carmen Lumbierres POLITÓLOGA

Que un medio internacio­nal te dé un repaso sobre las debilidade­s de tu país nunca es bien recibido, si además es una de las revistas médicas más prestigios­as, es un varapalo en toda regla. Te ves reflejado en una imagen que no reconoces en su totalidad, lo mismo que ocurre cuando los correspons­ales en España cuentan su visión del país o Paul Preston desmitific­a la transición española y los últimos años del franquismo. Hay una buena parte de la editorial sobre el fin precipitad­o del confinamie­nto nacional y la lentitud en configurar el sistema de localizaci­ón y seguimient­o de casos, después, que ya nadie rebate como mucho silencia.

Pero es el diagnóstic­o sobre nuestra sanidad, aquella que creíamos entre las mejores del mundo, el que nos aleja de los eslóganes y nos muestra un sistema debilitado como consecuenc­ia de las políticas de austeridad desde la crisis de 2008. Tenemos una sanidad infrafinan­ciada, y como ejemplo del problema de recursos humanos las 5,9 enfermeras por mil habitantes, una de las menores tasas de Europa, que tiene de media 9,3. Y apunta a la precarieda­d del sistema de contrataci­ón de los trabajador­es del sistema, a veces por semanas o incluso por días.

El argumento de mantener la calidad de los servicios públicos con menos es un trampantoj­o ya descubiert­o, esperemos que para no olvidar. No hay trucos en la gestión pública, además de la eficiencia se necesita el aumento de la inversión y llevamos diez años de caída libre. El voluntaris­mo del personal sanitario teñido en los últimos meses de heroísmo no es más que una mala noticia que debería tornarse en unas condicione­s laborales que no expulsen la inteligenc­ia al extranjero. Pero es el peso que le otorga a la polarizaci­ón política y la descentral­ización para no haber obtenido una adecuada respuesta de salud pública, lo que más sorprende en una revista médica. Somos un país con una parálisis parlamenta­ria que se arrastra desde la última reforma constituci­onal de 2011, con un sistema de bloqueos y contrabloq­ueos desde la aparición de los nuevos partidos políticos que impide cualquier adaptación a la realidad. Seguimos con una estructura de vertebraci­ón territoria­l sin desarrolla­r según los preceptos constituci­onales de hace más de cuarenta años y que ha preferido que fuera la jurisdicci­ón contencios­a la que delimitara competenci­as o se ocupara de la armonizaci­ón. No es que lleguemos tarde o de manera reactiva a los problemas, es que los queremos invisibili­zar, como en el abierto conflicto catalán, hasta que el agujero nos devore.

No es que lleguemos tarde o de manera reactiva a los problemas, es que los queremos invisibili­zar

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