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El covid-19 condicionará un hemiciclo con puertas abiertas al que no asistirán invitados
Por quinta vez en la democracia –la tercera en poco más de tres años–, el hemiciclo del Congreso de los Diputados volverá a ser mañana el escenario de una moción de censura. Pero esta vez, más allá del cambio de protagonistas, el público, el atrezo y hasta el vestuario también serán diferentes, marcados por la pandemia de coronavirus.
Con el elenco de diputados reducido al 50% y sin espectadores que desde los balcones vitoreen y abucheen las actuaciones de propios y ajenos, el debate de la moción registrada por Santiago Abascal para sacar a Pedro Sánchez de la Moncloa será, sino menos intenso, sí menos espectacular que los anteriores.
Desde hace semanas, en la Cámara baja solo entran la mitad de los parlamentarios para intentar respetar, aunque no siempre se logre, las distancias de seguridad. Esta vez no será distinto. Pese a lo especial de la ocasión –las mociones se han vuelto habituales en los últimos años, pero aún mantienen cierto halo de excepcionalidad–, el acuerdo alcanzado por todos los grupos para reducir al 50% el aforo de la Cámara sigue vigente, señalan fuentes parlamentarias, dejando a los oradores con la mitad de sus huestes. No obstante, es responsabilidad de cada partido que se cumpla, ya que no se puede prohibir la entrada al hemiciclo a ningún diputado.
Tampoco tendrán el apoyo de los espectadores que en otras ocasiones seguían el pleno desde la tribuna de invitados. Hace dos años, cuando Sánchez presentó la misma iniciativa contra el expresidente Mariano Rajoy, los balcones del hemiciclo se llenaron de líderes autonómicos, senadores, alpuede caldes y cargos orgánicos de todos los partidos para dar su apoyo. Esta vez, esas butacas permanecerán vacías por culpa de la pandemia, aseguran desde la Cámara baja.
A las anomalía de esta moción se suma el cambio en la indumentaria. La mascarilla será un elemento más de la vestimenta de los diputados, que solo podrán quitársela cuando suban a la tribuna para hablar.
Sin embargo, está por ver si los diputados también cumplen con la obligación de cambiarse de mascarilla cada cuatro horas si son quirúrgicas y cada ocho en el caso de que sean FFP2, aunque todo queda bajo la responsabilidad individual. El último cortafuegos ante el virus será la ventilación, algo que resulta complejo en un hemiciclo que carece de ventanas. La solución, según explican desde el Congreso, será mantener las puertas de la Cámara abiertas para facilitar la corriente.