El milagro al cuadrado
LUIS ARCE El exministro de Economía de Evo Morales, que dio al país andino su mayor etapa de estabilidad y bonanza, ha logrado una victoria aplastante en las elecciones PERFIL
«Hemos recuperado la democracia». A sus 57 años, Luis Arce Catacora, el candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), es el protagonista de su segundo milagro político en Bolivia: dos encuestas a pie de urna le han dado una aplastante victoria en las elecciones presidenciales celebradas el domingo, con casi el 53% de los votos. El escrutinio oficial, que se espera en las próximas horas, es a estas alturas innecesario, pues el propio Gobierno de facto reconoció el triunfo del MAS. Los más de 20 puntos que separan a Arce de Carlos Mesa, el abanderado del centroderecha, lo convierten en el hombre que gobernará el país los próximos cinco años y tras 11 meses de inestabilidad institucional como consecuencia del golpe de Estado que tumbó a su mentor, Evo Morales, en noviembre del 2019.
«El gran triunfo es histórico, inédito y único en el mundo: recuperamos el poder político democráticamente con la conciencia y la paciencia del pueblo», dijo Morales desde su exilio argentino. Arce tuvo mucho que ver en eso. Su nombre está asociado a los momentos de mayor estabilidad económica de Bolivia, apuntalada en las exportaciones de gas y una mejor distribución de esa riqueza. Fue el ministro de Economía del Gobierno del MAS entre el 2006 y el 2017 y redujo la pobreza del 60% al 35%.
El Estado pagó bonificaciones a miles de mujeres embarazadas, escolares y ancianos. Creció la inversión extranjera en los hidrocarburos y el litio. Durante esos años, el PIB pasó del 9.000 millones de dólares a 40.845 millones. Ese, se decía entonces, fue su primer milagro.
Arce llegó al ministerio con un máster en Economía de la Universidad de Warwick (Inglaterra) bajo el brazo. Antes había sido funcionario del Banco Central de Bolivia (BCB). Su nombre se asoció a los Chuquiago Boys, mote que parotriunfo diaba la escuela neoliberal de Milton Friedman (Chicago Boys) y recuperaba en rigor el nombre aymará de La Paz (Chuquiago), la capital boliviana. A diferencia de Friedman, el paceño Arce impulsó las nacionalizaciones en los sectores energético y de comunicaciones. Su perfil eminentemente técnico volvía insospechable una carrera política. El destino lo colocó en un lugar que nunca había imaginado.
Entre el asombro y el desconsuelo, los analistas trataban ayer de encontrar las razones de un tan aplastante. Además del recuerdo de los días de consumo febril, la mayoría de los bolivianos condenaron en las urnas a las autoridades de facto. La presidenta interina, Jeanine Áñez, se autoproclamó en noviembre pasado con una Biblia en la mano y discursos de hostilidad hacia los pueblos originarios de la región andina. Su ministro de Gobierno, Arturo Murillo, prometió «salir y meter bala» a los simpatizantes del MAS. Arce fue uno de los dirigentes políticos del Gobierno de Morales que tuvo que abandonar el país.
«Sin odio»
El modo de abordaje de la crisis sanitaria del Ejecutivo interino, con cinco ministros de Salud y una alta tasa de muertos por covid-19 por habitante (70 por cada 100.000, lo que la ubica en tercer lugar a nivel mundial), también ha sido clave en el comportamiento electoral.
«Seremos un Gobierno de unidad nacional», dijo Arce con mesura. «Reconduciremos el proceso de cambio sin odio y aprendiendo de nuestros errores». La cautela no solo obedece a su temperamento. La economía sufrirá este año una caída 5,9% del Producto Interior Bruto, en parte por la pandemia. Músico aficionado, al futuro presidente boliviano le gustan las canciones que sueñan con la redención social. Ahora esos sueños serán puestos a prueba por una realidad dura. Todo está tan polarizado políticamente como hace un año.