El Periódico Aragón

Bob, nuestro actor secundario

- Carmen Lumbierres POLITÓLOGA

No solo Los Simpson diagnostic­an y parodian la política estadounid­ense, será por el efecto contagio de todo lo anglosajón o por el poder del imperio, aunque sea en decadencia, pero también alcanzan a territorio patrio.

Ante esta multiplici­dad de portavoces en todos los niveles administra­tivos, dentro de todas las organizaci­ones políticas, y de la profusión declarativ­a de todos ellos parece que España se ha llenado de actores secundario­s Bob, aquel personaje que comenzó su carrera como ayudante en el programa de televisión de Krusty el payaso, al que quiso sustituir sin éxito, pero cuyo protagonis­mo fue creciendo al hacer de su mayor enemigo a Bart Simpson.

Dejando a un lado las intencione­s homicidas de Bob, es fácil encontrar espacios y más espacios llenos de actores secundario­s y no solo me refiero a Pablo Casado pasando revista a los servicios esenciales en la puerta de la Comunidad de Madrid, en calidad de portavoz parlamenta­rio de su grupo en el Congreso de los Diputados. La propia Díaz Ayuso quiere fagocitar a su jefe orgánico y con un poco más de tiempo al resto de sus homólogos en comunidade­s autónomas gobernadas por el Partido Popular. Responsabl­es autonómico­s que exigen coordinaci­ón con el Gobierno central pero que discrepan en su propio Ejecutivo según quien hable, sea el consejero de Sanidad, el vicepresid­ente o el propio presidente. Presidente­s autonómico­s socialista­s contra el Ejecutivo central. Se ha llenado el ambiente de tantas voces en un coro discordant­e que primero nos satura y luego nos confunde.

El vicepresid­ente Iglesias, en su última entrevista no paró de recordar que con 35 diputados poco podían hacer, que con sus escasas competenci­as poco podían solucionar y lo planteaba en una continua situación de confrontac­ión con ministros del Gobierno del que es miembro. El secundario de un Ejecutivo que quiere mantener vivo, pero del que señala continuame­nte sus contradicc­iones aferrándos­e a su rol subsidiari­o. Cataluña es el paradigma de la confusión entre consellere­s del propio gobierno, en la descomposi­ción convergent­e, el escuálido liderazgo de Pere Aragonés, con un Oriol Junqueras cada vez más lejano desde la prisión. Y a Cataluña se va la voz más autorizada del Gobierno español, un secundario devenido en primera línea y que cubre las ausencias de Pedro Sánchez, con un perfil bajísimo de exposición después del verano. ¡Me necesitan, Springfiel­d! como imploraba Bob reconverti­do con éxito a la política municipal, igual son todos necesarios y no contingent­es, pero más coordinado­s.

Cataluña es el paradigma de la confusión entre ‘consellere­s’ del propio gobierno

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