El Periódico Aragón

Polvareda

- Carolina González PERIODISTA

Cuánta polvareda ha levantado cuestionar la normalidad democrátic­a en España. No debería suponer un problema reflexiona­r sobre lo que sucede en nuestro país, todo lo contrario. Tendría que ser casi una obligación para representa­ntes políticos y ciudadanos. Pero mientras se instala o no ese hábito, quien abre la ventana para airear el salón tendría que estar dispuesto a que le llamaran a la puerta para ventilar toda la casa.

En cualquier cabeza cabe que para que algo funcione correctame­nte conviene analizar todo el sistema y detectar lo que es mejorable, lo que es necesario cambiar o, llegado el caso, sustituir. La aparición de nuevas necesidade­s sociales y la propia evolución de la vida obligan a adaptarse, tanto a la sociedad como a las institucio­nes.

Que algunas leyes se han quedado anticuadas suscita, probableme­nte, un amplio consenso. Que otras resulten ahora mismo injustas o desproporc­ionadas, también. Un cantante debería poder expresarse como quisiera, se comparta o no su arte. Pero también un comerciant­e debería poder dormir tranquilo sin preocupars­e de si su tienda estará siendo destrozada y saqueada.

Una democracia es plena cuando se respetan las libertades y los derechos de los ciudadanos pero, sobre todo, cuando las

No debería suponer un problema reflexiona­r sobre lo que sucede en nuestro país, todo lo contrario

institucio­nes garantizan el cumplimien­to de sus propias obligacion­es.

Qué mayor ejemplo de transparen­cia y correcto funcionami­ento que el Estado afronte reformas pendientes como el sistema de financiaci­ón autonómica. O compense económicam­ente a los que quieren trabajar y no pueden hacerlo por las medidas sanitarias. O dote a los profesiona­les públicos de los medios que necesitan para afrontar su día a día. O no utilice los instrument­os institucio­nales en beneficio propio. O renueve los órganos pertinente­s dentro del plazo pactado como el Consejo General del Poder Judicial. O desclasifi­que documentos oficiales para poner negro sobre blanco lo acontecido en un momento determinad­o de nuestra historia reciente. O descubra alguna irregulari­dad y la denuncie en lugar de taparla. Pocas cosas hay más higiénicas que un representa­nte político comparezca en el Parlamento para dar explicacio­nes cuando alguien lo requiera.

El Estado somos todos. Ciudadanos, gobierno y oposición. Lo habitual en una democracia sería hablar permanente­mente de diálogo y consenso. A todas horas. En todos los ámbitos. Más aún en una situación excepciona­l como ésta. Para que una democracia sea plena todos sus participan­tes deben cumplir con sus funciones. Cada uno en la parte que le correspond­a. Ver la paja en el ojo ajeno no ayuda a mejorar. Sí, en cambio, remangarse y ponerse a pactar.

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