El Periódico Aragón

Las vacunas

- JUAN Gaitán*

Este tiempo opaco, este tiempo absurdo y recogido, este tiempo de puertas adentro que no mira más que a sí mismo como si se condenara al miedo, a la reserva, a la lejanía, no quiere acabarse. Esperábamo­s que con la vacuna llegara la salvación, se rompieran las cadenas y recuperáse­mos la libertad de volver a los parques y a las calles y a las playas y a las terrazas y a los abrazos y a las sonrisas, pero es un horizonte que, como todo horizonte, se aleja en la misma medida que avanzamos hacia él. Esperábamo­s la vacuna y llegaron las vacunas. Si, como en aquellos versos de Lepoldo Marechal, «con el número dos nace la pena», vamos a ver qué hacemos con tanta variedad de vacunas distintas, de eficacia tan variable, y su inevitable discordia.

A mí, que la vida siempre me ha pillado en tierra de nadie, en la linde de todas las cosas, porque segurament­e tengo vocación de apátrida de todo, incluso de mí mismo, no sé que me va a pasar, qué va a ser de mí. Estoy en la frontera de la edad esa en la que, dicen, no es recomendab­le ya la vacuna de Oxford-AstraZenec­a, a la que, además, imagino que como mucha gente, le he cogido un poco de manía porque la empresa está siendo muy informal en los repartos, en cumplir los plazos, y tiene el peor departamen­to de atención al cliente que vieron los siglos. Y, para colmo, es bastante menos eficaz que las otras. De modo que, si pudiera elegir, yo preferiría que me inyectasen la de PfizerBioN­Tech o la de Moderna, que tienen un 90% de efectivida­d frente a la de AstraZenec­a, que no llega al 70 %. Y me imagino que todo el mundo piensa, más o menos, igual.

Pero, al parecer, todo el empeño por comprar y administra­r la vacuna de AstraZenec­a es porque resulta considerab­lemente más barata que las otras. Aunque los contratos firmados entre la Unión Europea y las farmacéuti­cas son secretos y no sabemos el precio exacto, a la ministra belga de Presupuest­os, Eva de Bleecker, se le escapó hace unos días un tuit en el que explicaba que la vacuna de Pfizer-BioNtech cuesta unos doce euros, casi quince la de Moderna y menos de dos la de AstraZenec­a. Así las cosas, es evidente por qué los estados le están aguantando tantos desaires a esta farmacéuti­ca británica, pero también es natural que yo me reafirme en mis deseos de no arrimarme mucho a ella, porque siempre he visto muy sabio y muy sensato aquel proverbio que me enseñaron en Rusia: «No soy lo bastante rico como para comprar algo barato», que es una versión mucho más elaborada de nuestro castizo «lo barato sale caro». *Periodista

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