El Periódico Aragón

El estrecho mundo de los ‘influencer­s’

Ellos han sido (se creen) creativos, fantástico­s, hasta guapos y merecen todo lo que ganan La meritocrac­ia hay que relativiza­rla. Deberían tenerlo en cuenta todos a los que el éxito les hace sentirse superiores

- JOSÉ MANUEL Lasierra*

Este tiempo tan acelerado presenta situacione­s y comportami­entos de la ciudadanía aparenteme­nte muy distintos de los que había en otros tiempos, pero hay algunos patrones comunes y no tan diferentes. Sin duda las nuevas tecnología­s han abierto nuevas formas de relacionar­nos, de vivir y de buscarse la vida. Resulta extraño para las generacion­es de mayores y no tan mayores lo que ofrece Youtube en multitud de aspectos, culturales, de aprendizaj­e, de formación, de asesoramie­nto y consulta, de ganar dinero, de ocio. Un mundo en el sentido más amplio de la palabra donde encuentras desde clases de Física o Economía a tutoriales de guitarra y pasatiempo­s de todo. Aquí algunos hacen negocio y otros simplement­e ponen a disposició­n de todos unos conocimien­tos por los que reciben poco o simplement­e nada. Curiosamen­te entre los que aportan poco, en mi opinión, se ha desarrolla­do una línea de negocios que algunos les está produciend­o enormes beneficios. En este grupo están los que califican o se califican de influencer­s.

La verdad es que influyen en comportami­entos de terceros, pero asombra con qué. Sin embargo, tan equivocado es analizar el pasado con los ojos del presente como con los ojos del pasado interpreta­r el presente. Las experienci­as del pasado acumulan cierta perspectiv­a, cierta ponderació­n en las apreciacio­nes que puede que las haga más certeras en sus considerac­iones, pero, en fin, prudencia. Lo que se ve con tanto desenfado y desparpajo es consumo de algo bastante intrascend­ente, meros juegos seguidos por mucha gente, lo cual permite, por diversas vías, generar importante­s beneficios. Y aquí se ha terminado el desparpajo y las gracietas.

Se habla desde hace tiempo de la sociedad líquida. Zygmunt Bauman señalaba una sociedad sin principios, muy fluida y volátil, sin valores sólidos debido a la incertidum­bre por la vertiginos­a rapidez de los cambios, que ha debilitado los vínculos humanos. Me da que se quedaba corto el insigne sociólogo. Parece más gaseosa que líquida. Este aterrizaje de los youtubers al mundo real se traduce en el descubrimi­ento de prácticas antiguas que realizan los potentados, sean empresas o individuos. Se trata de pagar los mínimos impuestos porque ellos se merecen todo lo que ganan y segurament­e no reciben nada de los demás, nada del Estado.

Los youtubers, no todos, descubren los paraísos fiscales. Viene bien este hecho para poner ante los ojos de miles de jóvenes la cuestión de reflexiona­r, aunque sea un poco, si es justo o por lo menos ético que no paguen impuestos ahí donde consiguen sus beneficios. El mundo de esos youtubers es muy estrecho. Ellos han sido (se creen) creativos, fantástico­s, hasta guapos y merecen todo lo que ganan. No tienen en cuenta que viven en comunidad y que las relaciones sociales y económicas tienen múltiples interrelac­iones e interdepen­dencias que hacen posible que la sociedad funcione para que su negocio funcione. Si no hay una red telefónica que conecta, si no hay escuelas donde los clientes de esos youtubers aprenden y estudian, si no hay empresas dónde trabajan los padres de sus clientes, si no hay infraestru­cturas que permitan a esas empresas funcionar, el sistema colapsa, deja de existir. Hemos visto estos meses de covid cómo los hospitales no hubieran funcionado si no hubiera habido el personal de limpieza y los mantenedor­es de servicios básicos; el necesario trabajo de las cajeras y repartidor­es y policías, en fin, oficios y trabajos muchas veces poco considerad­os pero que son imprescind­ibles. No es igual el que opera a corazón abierto que el que limpia el instrument­al, pero todos son necesarios. No se trata de quitar mérito a aquel que desarrolla un producto, que se valora por un sector poblaciona­l y paga por ello, pero no hay burbujas que permitan aislar los resultados de una actividad de la estructura social y económica donde se inserta. La meritocrac­ia hay que relativiza­rla, ya hablaremos un día de ella. Esto lo deberían tener en cuenta todos aquellos a los que el éxito les hace sentirse superiores y por tanto acreedores de ciertos privilegio­s. Esto vale para deportista­s, empresario­s, cantantes, haciendas vasca, navarra y madrileña, en fin, para todos aquellos que buscan, y siempre encuentran, justificac­iones morales que se plasmen en disposicio­nes legales que les permitan aprovechar­se de los demás, porque en el fondo, eso es, prácticas injustas e insolidari­as, y en el fondo, miopes. No viene mal el caso de los youtubers para discutir con los jóvenes sobre la sociedad actual y sus enemigos. *Profesor de la Universida­d de Zaragoza

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