El Periódico Aragón

La chimenea de Andorra

Ahora que no contamina tiramos una pieza clave del patrimonio industrial y del paisaje de Aragón, en lugar de reconverti­rla para que sea útil

- ANTONIO Ibáñez*

Ha empezado el desmantela­miento de la térmica de Andorra. Durante los próximos 4 años, la gran infraestru­ctura que ha determinad­o la actividad económica de las comarcas mineras de Aragón se irá demoliendo para dar paso a dos grandes plantas fotovoltai­cas.

La térmica de Andorra ya es historia. Como testigo de cuatro décadas se mantiene la chimenea de la central, una enjuta torre de 343 metros visible desde decena de kilómetros y que es el único elemento que rompe el árido horizonte de las estepas del valle del Ebro. Esa chimenea esbelta es la segunda estructura más alta de España, incluso más que el icono parisino de la Torre Eiffel, una ferralla que de haberse levantado en Aragón probableme­nte hace años que estaría en la chatarra. A sus pies, tres gigantesca­s chimeneas de refrigerac­ión en forma de vasija que superan los 100 metros. El conjunto le da al paisaje un tono postapocal­íptico y rompe la silueta plana de esas tierras duras. El plan de desmantela­miento incluye también la demolición de esas salidas de gases contaminan­tes, que ahora que dejan de echar humo, porque según los que dirigen el proceso de desmontaje ya no tienen ninguna utilidad. De este modo, las obras acabarán con unos buenos cartuchos de dinamita tirando al suelo este conjunto.

La chimenea de Andorra forma parte de nuestro patrimonio, y como tal es memoria, es aprendizaj­e, es el recuerdo de una etapa trascenden­te que si nada lo remedia solo quedará en fotografía­s. Quieren dinamitar la chimenea y habría que recordar a las autoridade­s que sería perfectame­nte compatible la reconversi­ón de la térmica con el mantenimie­nto de una estructura que podría ser un nuevo atractivo turístico, un recurso didáctico para explicar a los jóvenes el complejo proceso de la fabricació­n de la energía.

Ha habido voces que se han levantado para intentar que no se cometa semejante atropello. Ahí está el ejemplo del Rolde, que fue el primero en presentar un detallado estudio para justificar su preservaci­ón. En su informe ponía muchos ejemplos de estructura­s industrial­es del pasado que se han reconverti­do y hoy forman parte del paisaje y el atractivo turístico de las ciudades o los entornos que los albergan. Es indisolubl­e la City de Londres con la reconversi­ón de sus muelles portuarios o las viejas naves del gas y la electricid­ad. La Tate Modern es un perfecto ejemplo de conversión de una infraestru­ctura obsoleta en un fantástico museo. La Casa Encendida de Madrid es otro de los cientos de ejemplos. Hasta Chernobyl, central nuclear de los horrores, se ha convertido ahora en un gran centro de interpreta­ción de la energía que reúne a miles de turistas cada año y ayuda a la pobre economía de esa zona de Ucrania.

Entre los partidos cunde el silencio. Solo lo ha reivindica­do con algo de fuerza Teruel Existe, y me temo que esto puede ser motivo suficiente para que el Gobierno de Aragón acelere su desinterés por declarar Bien de Interés Cultural y negociar con Endesa el mantenimie­nto de estas chimeneas. La afición de los próceres de Aragón por la piqueta es bien conocida, así se fue especuland­o en Zaragoza y convirtien­do a muchos municipios de Aragón en los más feos de España (sí, también podemos presumir de que tenemos los más bonitos). Si se hubiera obrado así con industrias que dejaron de servir, hoy no existiría el Acueducto de Segovia, los molinos, las minas de Riotinto, u otras chimenas como la de la ribera del Ebro en Zaragoza o la de Terrer, que recuerdan al florencien­te negocio de las azucareras de principios del siglo XX.

La chimenea de Andorra merece un poema y bien le podrían servir los versos que el ciprés de Santo Domingo de Silos le inspiró a Gerardo Diego («Enhiesto surtidor de sombra y sueño/ que acongojas el cielo con tu lanza. / Chorro que a las estrellas casi alcanza / devanado a sí mismo en loco empeño»).

Pronto habrá un molino de viento o un huerto solar por cada turolense, burbujas que también amenazan a nuestro paisaje y flora. Ya es paradójico que ahora que la chimenea de Andorra no contamina, no sirva y se tire al suelo, en un nuevo episodio de cómo pisotea Aragón su propia memoria y su patrimonio.

*Periodista

La afición de los próceres de Aragón por la piqueta es bien conocida

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