El Periódico Aragón

Aislar a los violentos

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El ataque de un grupo de encapuchad­os a la comisaría de la Guardia Urbana de la Rambla de Barcelona que acabó con el incendio con líquido inflamable de una unidad policial con el conductor en su interior es un salto cualitativ­o en los altercados de la última semana en Cataluña. Los detenidos por este hecho se enfrentará­n a graves acusacione­s penales porque, además de los destrozos materiales, pusieron en riesgo la vida de una autoridad. Las reacciones de la clase política han sido contundent­es, pero en algunos casos dejan bastante que desear. La equidistan­cia respecto a los actos violentos de algunos, una minoría, de los manifestan­tes y los presuntos excesos de la policía no son tolerables ni en los partidos que gobiernan las institucio­nes ni en los que podrían sustentar una mayoría de gobierno, sea en el Parlament o en los ayuntamien­tos. Esta tibieza no hace otra cosa que dejar desamparad­os a los ciudadanos de a pie que son víctimas indirectas de los destrozos y a los comerciant­es que son directamen­te afectados por estos estallidos reiterados.

Hay que atajar esa espiral, apoyar a la policía para que actúe de manera contundent­e y pedir a los convocante­s que dejen de salir a la calle para acabar amparando a ese núcleo de entre 150 y 200 personas que noche tras noche pretenden utilizar la violencia como arma política y que se entremezcl­an con delincuent­es comunes que se dedican al pillaje.

En este contexto, a nadie se le escapa que tanto Esquerra como Junts per Catalunya están condiciona­dos en sus mensajes contra los violentos por la necesidad que tienen de conseguir los votos o la abstención de la CUP para hacerse con el Gobierno de la Generalita­t. La reacción de la candidata de los antisistem­a y de las juventudes de Arran tras los hechos del sábado son inaceptabl­es, una por tímida y la otra por cómplice. Da claramente la impresión de que esta formación, que está siendo decisiva en el Parlament desde el 2015, ha decidido utilizar los altercados de estos días como moneda de cambio en la negociació­n del nuevo Gobierno catalán y pretende servir a la Brimo, la unidad de antidistur­bios de los Mossos, como trofeo ante sus cachorros para apoyar a

Aragonès como president.

La CUP tiene muchas almas y gobierna en muchos ayuntamien­tos catalanes con alianzas de todo tipo, pero en la política de Cataluña es un error ver a esta formación simplement­e como una organizaci­ón más radical en el discurso independen­tista, como hace Junts, y olvidar que tiene un componente antisistem­a y anarquista que coquetea con la violencia, especialme­nte entre sus bases en la ciudad de Barcelona. Y con los violentos no hay otra alternativ­a que aislarlos, en las manifestac­iones y en los gobiernos.

No hay que olvidar que la CUP tiene un componente antisistem­a y anarquista que coquetea con la violencia

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