La difícil situación de las activistas en África y Oriente Próximo
((En Marruecos todos saben quién es Hajar Raissouni. En otoño del 2019, esta periodista recibió un indulto real por parte del monarca Mohammed VI. Acusada de haber practicado un «aborto ilegal», su activismo en defensa de los derechos humanos fue su verdadera condena. A lo largo del 2020, no solo el virus ha sido letal, sino que para muchas activistas eran sus regímenes quiénes servían el veneno. Irak ha sido el escenario más letal. Tres abogadas o activistas por los derechos humanos han sido asesinadas . Por ello, muchas optan por reducir su perfil público hasta que pase la tormenta. subsidios por desempleo.
Por estos motivos, Naciones Unidas sostiene que el covid-19 ampliará la brecha económica entre hombres y mujeres en todo el mundo. Si estaba previsto que entre el 2019 y el 2021 la tasa de pobreza entre la población femenina se redujera un 2,7%, la aparición del SARS-CoV-2 ha invertido esta tendencia y se calcula que aumente un 9,1%. Así, la organización vaticina que este año habrá 247 millones de mujeres mayores de 15 años viviendo en situación de pobreza extrema (con 1,55 euros al día) por 236 millones de hombres. Las zonas del planeta más afectadas seguirán siendo África subsahariana y Asia meridional.
Otra causa que explica el mayor impacto de la pandemia sobre las mujeres es el aumento de la demanda para hacer frente a las actividades del cuidado. El cierre de las escuelas en 180 países ha comportado que 1.700 millones de niños y jóvenes se hayan quedado en sus casas, y en la mayoría de los casos han sido las mujeres las que han asumido la responsabilidad de cuidar a los hijos y ejercer el papel de maestras, con lo que muchas de ellas se han visto abocadas a tener que dejar el trabajo o soportar una mayor presión psicológica. En algunos lugares del mundo, como EEUU, los menores llevan un año sin pisar las aulas.
Capítulo aparte merece el aumento de la violencia machista. Como recuerda ONU Mujeres en un informe sobre igualdad de género durante la pandemia, «para muchas mujeres y niñas, el hogar no es un lugar seguro». Según datos anteriores a la aparición del covid-19, una de cada tres mujeres sufría violencia sexual o física, la mayoría, por parte de su pareja. Los confinamientos domiciliarios no han hecho otra cosa que aumentar la vulnerabilidad de estas víctimas. En algunos países, el número de llamadas a las líneas telefónicas de ayuda se ha quintuplicado durante este año de convivencia con el coronavirus.
Las recomendaciones para frenar y revertir estas tendencias no son ningún misterio. «Abordar la segregación ocupacional, las brechas salariales de género y el acceso a los servicios de cuidado infantil asequibles, pasando por instrumentar paquetes de apoyo económico para las mujeres vulnerables e incrementar las medidas de protección social dirigidas a las mujeres y las niñas», explica ONU Mujeres. Respecta a los cuidados, Macías hace hincapié en la «necesidad de integrarlos en nuestras economías» para conseguir que dejen de estar asignados «por normas no escritas» a las mujeres.
Staab avisa de que «la crisis no se ha acabado» y de que hay «una exigencia continua de medidas de emergencia» que deben atender las necesidades de las mujeres. «Hemos detectado que las medidas puestas en marcha por muchos países han sido a corto plazo, para un mes, tres meses… Pero la pandemia continúa», añade la investigadora de ONU Mujeres.