«Me enfrento a una inspección por faltar cuando fue confinada la clase de mi hija»

Rosana Ciria es profesora de secundaria y sacó la plaza cuando su hija Alba tenía solo tres meses. Un año después le asignaron como destino Tarazona, a 100 kilómetros de su casa de Zaragoza, y ahí comenzaron los problemas. De hecho, le ofrecieron la jefatura de departamento pero tuvo que decir que no porque debía trabajar varias tardes y no tenía con quién dejar a su hija. Luego llegó el confinamiento y el teletrabajo, y tuvo que desplazar muchas tareas al fin de semana ya que la niña, le impedía dar todo en las reuniones y la enseñanza a distancia.

Ante estos problemas, sopesó solicitar una reducción de jornada, pero tenía que desplazarse todos los días sí o sí a Tarazona, por lo que no le «compensaba». Con lo que se dio cuenta de que «o renunciaba o la conciliación familiar y laboral era imposible». Por eso, en enero pidió una excedencia que solo durará hasta el 14 de marzo, cuando Alba cumple 3 años.

Además, está pendiente de un posible expediente laboral por faltar cuatro días cuando le comunicaron que en la clase de Alba había un positivo y la niña tenía que guardar cuarentena preventiva. «Fue el tiempo justo hasta que me dieron el resultado negativo de la PCR y entonces la dejé con mis padres, pero mientras, como me negué a fingir para lograr una baja laboral por enfermedad y a trabajar con la posibilidad de contagiar al resto, me enfrenté a una inspección laboral, que aún no ha terminado», cuenta.