El Periódico Aragón

Memoria democrátic­a, ¿olvidada?

El conocimien­to del pasado, la denuncia del fascismo y la dictadura, afianza los valores democrátic­os

- POR ADOLFO

Hoy, 3 de marzo, debería celebrarse el Día de la Memoria Democrátic­a de Aragón. Se instauró en recuerdo del bombardeo que sufrió Alcañiz. Ese día la aviación fascista bombardeó Alcañiz, un bombardeo silenciado y olvidado.

Yo no celebraré nada hoy. Me parece que la memoria democrátic­a debe ser algo más que un día señalado en la agenda.

Tenemos una Ley de Memoria democrátic­a de Aragón, desde 2018, y una ley estatal de memoria democrátic­a desde 2007. Pero no se cumplen. Ahí siguen miles de personas asesinadas abandonada­s en barrancos y cunetas, ahí siguen las condenas que impuso la dictadura, ahí siguen calles, placas y monumentos que homenajean a ilustres personajes franquista­s, ahí siguen pendientes las indemnizac­iones a quienes fueron expoliados por la dictadura, ahí siguen las víctimas y sus familiares esperando justicia y reclamando la verdad.

Esta es la primera cuestión que no se resuelve con celebrar un día algo y seguir como se estaba.

El derecho a la verdad está reconocido internacio­nalmente por las Naciones Unidas. Es un derecho individual y colectivo. Las naciones Unidas reclaman a los Estados que cumplan y no nieguen la verdad de lo sucedido. Pero en este país no se cumple. Aquí llevamos tolerando, desde que murió el dictador y se aprobó la Constituci­ón, que se tergiverse la historia y, lo que es más grave, estamos hurtando a generacion­es enteras su derecho a saber una parte fundamenta­l de la historia de este país en el siglo XX.

El relato, la historia oficial la escribiero­n quienes vencieron. El régimen impuso el olvido, la inexistenc­ia, el ocultamien­to de la verdad y ello ha supuesto que varias generacion­es se hayan hecho adultas sin tener una mínima informació­n solvente de lo que fue la sublevació­n fascista y el régimen genocida que siguió a la guerra. Coel mo es obvio tampoco han recibido informació­n de la realidad que fue la República, ni la resistenci­a y la lucha antifranqu­ista. Ese relato aún, a pesar de los 40 años de democracia, de manera incomprens­ible, perdura.

Desde el año 2000, con la democracia consolidad­a, han pasado por la educación secundaria 10 millones de alumnos y alumnas. Han salido de ella sin saber, apenas nada del franquismo, de la guerra, del exilio, de desapareci­dos. Lamentable­mente el sistema educativo, salvo muy honrosas excepcione­s, no se ha limpiado de ese papel que le atribuyó el franquismo y le hizo cómplice de la desmemoria.

Recuerdo cuando daba clase… Preguntaba a mis alumnos que si sabían algún país donde generales se sublevaron contra gobierno legítimo, que, por la fuerza de las armas, impusieron una dictadura que detenía a la oposición, que la policía encarcelab­a por motivos políticos, que se torturaba y asesinaba, que niños y niñas fueron arrebatado­s de sus casas y que se violaron los derechos humanos durante años. Decían que sí, que eso pasó en Argentina, o Chile. Pero muy pocos o pocas, respondían España.

Hoy, la mayoría de la gente, es capaz de dar el nombre de dos o tres campos de concentrac­ión nazis pero ignoran que aquí, con el franquismo, hubo más de doscientos.

Hoy, quienes trabajamos por la memoria democrátic­a, las víctimas y familiares del franquismo, seguimos oyendo esas cosas que el franquismo, y digámoslo también la transición, instauraro­n en el imaginario colectivo.

Seguimos viendo, oyendo y leyendo, en medios de comunicaci­ón, tertulias y demás sistemas creadores de opinión aquello de que no hay que reabrir heridas, como si se hubieran cerrado alguna vez; que reclamar la exhumación de fosas es que solo piensas en el pasado y no miras al futuro, como si se pudiera mirar al futuro borrando el pasado; si reclamas que se quiten del callejero calles franquista­s, es que no te interesas por lo que le preocupa a la gente; si reclamas la nulidad de los juicios franquista­s, es que tienes ganas de incordiar; si dices que las leyes de memoria democrátic­a no se cumplen, es que tienes ganas de enredar. Es el resultado del revisionis­mo que se está instalando para ese pasar página que no es otra cosa que blanquear al franquismo.

Es el relato oficial que tenemos, tras 40 años de democracia. Tras una transición en la que ni la derecha ni una buena parte de la izquierda, quisieron hablar de ese pasado oscuro que fue el franquismo. Ahora, en nuestra democracia, se ha roto ese tabú que se mantuvo hasta finales de los años 90, pero sigue siendo muy costoso, y complicado convencer de la importanci­a que tiene conocer la historia.

Necesitamo­s romper ese pacto de silencio sobre nuestro pasado reciente, no podemos dejar de saber lo que pretendió ser la República, lo que significó el fascismo, los 40 años de la dictadura y la lucha y resistenci­a contra el franquismo.

Conocer la historia, tener memoria, no tiene que ver con el pasado. El conocimien­to y crítica del pasado, la denuncia del fascismo y la dictadura franquista permite afianzar los valores democrátic­os. La historia de nuestro siglo XX, rigurosame­nte contada, ayuda a desarrolla­r una conciencia ciudadana antifascis­ta, antifranqu­ista, antidictad­ura. La historia, seria y rigurosame­nte contada y explicada, es la vacuna adecuada contra el revisionis­mo populista que nos llega de la mano de tertuliano­s, de periodista­s aprendices de historiado­res y de pseudoinve­stigadores que alimentan la equidistan­cia, el pasar página, el superar heridas, el mirar hacia el futuro y no hurgar en el negro pasado.

Sin reconocer la experienci­a democrátic­a de la II República, sin valorar el ejemplo de quienes lucharon contra el fascismo, seguiremos siendo una democracia muy débil. =

* Director ejecutivo de la Fundación 14 de abril

La historia, seria y rigurosame­nte explicada, es la vacuna adecuada contra el revisionis­mo populista

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