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Los errores de Cristian y la ausencia total de tiros a puerta marcan las dos últimas derrotas
El descontrol y la ineficacia en las dos áreas viene lastrando al Zaragoza durante toda la temporada. La falta de efectividad arriba y los errores atrás han penalizado en exceso a un equipo aragonés demasiado frágil en las zonas donde se deciden los partidos y donde el fútbol dicta sentencia. Ante Alcorcón y Oviedo, el Zaragoza volvió a sucumbir preso de esa incapacidad que parecía haber quedado superada desde la llegada de JIM. No es así.
Los dos errores de Cristian Álvarez marcan ambos encuentros. El tanto en propia puerta del meta argentino frente al Alcorcón y su indecisión en el centro que acabó siendo rematado a gol por Rodri en el Tartiere acabaron siendo determinantes en sendas derrotas por la mínima que provocan el regreso de viejos fantasmas al recordar otros errores defensivos graves que también resultaron decisivos en jornadas precedentes.
Cuando el terremoto deportivo e institucional de los tres primeros meses de Liga derribó los cimientos del proyecto de Lalo Arantegui y Miguel Torrecilla fue anunciado como su sucesor, la situación del Real Zaragoza era realmente compleja. El equipo marchaba ya penúltimo, había sumado trece puntos en 17 jornadas y miraba la salvación a casi un partido de distancia. El escenario todavía empeoró luego y la línea de la permanencia se alejó incluso más. Al equipo lo llevaron hasta ese punto crítico una mala planificación, el pobre rendimiento de la mayoría de los jugadores y sus correspondientes entrenadores.
A pesar de ello, de la evidencia manifiesta del problema y de los déficits mostrados abiertamente por la plantilla, contabilizados numéricamente en una puntuación bajísima, Torrecilla hizo una valoración demasiado benevolente a su llegada. Vino a decir y dijo que con aquello que había bastamo
JEFE DE DEPORTES DE EL PERIÓDICO DE ARAGÓN
para lograr el objetivo de la salvación. Posteriormente, cuando enero abrió sus ventanas, firmó un jugador por línea en un mercado marcado por las importantes dificultades económicas, pero también por la poca capacidad de sugestión de los fichajes, sin fuerza para generar ni ilusión ni un cambio inmediato por sí mismos en la dinámica colectiva.
La plantilla daba más de sí. En ello empeñó su palabra Torrecilla.
A pesar del derrumbamiento de las dos últimas jornadas, Juan Ignacio Martínez ha demostrado que así era. La plantilla daba más de sí. La cuestión que queda ahora en el aire es si ese algo de más será suficiente. En enero, el equipo necesitaba refuerzos titularísimos y solventes, muy especialmente en la punta del ataque, donde la falta de gol era ya un hecho irrefutable y alarmante. Sin nadie que la haya resuelto, se mantiene en ese misría