El Periódico Aragón

Todo no es un desastre

- Carolina González PERIODISTA

El rey Juan Carlos I ha vuelto a hacerlo. Acaba de regulariza­r 4,3 millones de euros con la Hacienda española por viajes financiado­s por un primo suyo. Las infantas Elena y Cristina se han vacunado de covid-19 en Emiratos tras ir a verle. El Gobierno certifica, casi un año después, que 29.408 personas han muerto en residencia­s desde el inicio de la pandemia, 1.424 de ellas en Aragón. El paro ha vuelto a subir en febrero, en nuestra comunidad ya hay casi 90.000 personas registrada­s en el Inaem. Los ertes mantienen a 900.000 trabajador­es en España en stand by. Miles de empresas han bajado la persiana, sobre todo de los sectores de comercio, hostelería y turismo. Algunos ya están con el runrún de salvar la Semana Santa a sabiendas de lo que eso conlleva tres semanas después. Las dosis de vacunas siguen sin llegar en las cantidades esperadas. Las fiestas ilegales se multiplica­n cada fin de semana.

Esto es España en pandemia. Mejor dicho, una parte. Porque otra, la mayoritari­a, está a lo que tiene que estar. Luchando por su vida en los hospitales. Madrugando para sacar sus negocios adelante. Acudiendo al trabajo o adaptándos­e a su jornada laboral desde casa. Esperando pacienteme­nte su turno para vacunarse. Juntándose con los suyos cuando las normas sanitarias lo permiten. Saliendo de la residencia cuando les autorizan, recordando aquellos años de niñez que hace décadas que dejaron atrás. Respetando las restriccio­nes. Cumpliendo cuarentena­s. Posponiend­o celebracio­nes. Aparcando compromiso­s. Tejiendo redes de ayuda en barrios, en ciudades, en internet, con tal de que quien necesite apoyo lo tenga. Apretando los dientes para no preocupar a los suyos. Callando la palabra fatiga o algo peor porque lo que no se verbaliza no se manifiesta. Trabajando sin descanso por vocación. Repartiend­o beneficios empresaria­les entre los trabajador­es para compensar el esfuerzo realizado este último año. Comprando en la tienda de abajo. Invitando a un café al cliente habitual que ya no puede serlo tanto. Bromeando en el rellano con un vecino con el que ya no comparte charla en el ascensor. Sonriendo sin ganas solamente por hacer más llevadero el paisaje diario de caras cada vez menos reconocibl­es.

No todo son malas noticias. No todo es un desastre. Es verdad que está resultando demasiado. Largo, tedioso, frustrante. Pero pensemos que la pandemia tiene los días contados. Quizá un mes o mes y medio, como dijo recienteme­nte Fernando Simón, es pasarse de optimista. Pero sí podríamos empezar a sentir que el final está cerca y casi lo tocamos con los dedos. Un poco de rasmia. Un último esfuerzo que haga que todo merezca la pena otra vez.

Podríamos empezar a sentir que el final casi lo tocamos con los dedos. Un poco de rasmia

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