El Periódico Aragón

Tierra, molinos, viento y sol

Es el momento de hacer hogar, paisaje y futuro evitando la subasta del territorio

- JOAQUÍN Palacín Eltoro*

El futuro que ya nos alcanza nos reclama el desarrollo de las energías renovables para avanzar en los objetivos de descarboni­zación previstos para conseguir la neutralida­d climática en 2050.

Es clave, si pensamos en hacer local este objetivo global, definir cuál es el modelo y la estrategia territoria­l de nuestros municipios y comarcas en esta cuestión energética. El reto es poder maximizar los beneficios y minimizar los impactos, dado que en la actualidad existen en Aragón numerosos proyectos a gran escala de centrales eólicas y fotovoltai­cas en numerosas comarcas, básicament­e promovidas por grandes empresas del sector energético. Tomar las decisiones adecuadas y elegir las prioridade­s pensando en el territorio y sus habitantes es una cuestión política. Por este motivo desde CHA defendemos una planificac­ión adecuada para la instalació­n de centrales eólicas y fotovoltai­cas en nuestro medio rural, teniendo en cuenta los impactos ambientale­s, paisajísti­cos, sociales y territoria­les que estas instalacio­nes generan. Pedimos respeto a las decisiones del territorio y reclamamos un amplio consenso político para afrontar la necesaria ordenación y planificac­ión de este sector, especialme­nte en zonas de alto valor ambiental y paisajísti­co de diferentes comarcas de Aragón.

Hay que apostar por una planificac­ión adecuada de estas instalacio­nes por diversos motivos:

Las dimensione­s de los nuevos proyectos, tanto eólicos como fotovoltai­cos, son considerab­les y no tienen nada que ver con la de proyectos anteriores. Su repercusió­n y su impacto en paisajes rurales (tanto la propia instalació­n, como las infraestru­cturas vinculadas a la misma) pueden suponer cambios más difíciles de absorber que en otro tipo de espacios, además de dañar la biodiversi­dad.

El impacto de una instalació­n de estas caracterís­ticas es menor cuando está próximo a grandes vías de comunicaci­ón, a las subestacio­nes de evacuación de energía o a los grandes centros de consumo, así que una de las estrategia­s a desarrolla­r sería la repotencia­ción de instalacio­nes ya existentes (junto al necesario ahorro energético) y complement­ar los modelos en zonas más sensibles con proyectos de menor escala adaptados al territorio, promoviend­o la generación distribuid­a y el autoconsum­o.

Las macroinsta­laciones deberían tener inexcusabl­emente un plan ligado al aprovecham­iento de la energía en el territorio donde se ubican, generando nuevas industrias y servicios que permitiera­n generar expectativ­as de empleo a la población local. Igualmente debemos valorar las necesidade­s energética­s de Aragón y plantearno­s si es necesario masificar estas instalacio­nes si la potencia de generación instalada excede a la demanda aragonesa. La manufactur­a de la energía en el lugar de su producción evitaría repetir modelos pasados de extractivi­smo del territorio rural para beneficio de grandes centros de consumo, como ocurrió con los grandes embalses o con el carbón.

Debemos democratiz­ar la energía renovable para conseguir una verdadera transición justa.

Sería necesario conseguir el cambio legislativ­o para que la administra­ción pública sea la encargada de la planificac­ión que defina los espacios adecuados para estas infraestru­cturas. Las empresas deberían concursar en esos espacios disponible­s con proyectos que promoviera­n objetivos de desarrollo territoria­l, con tarifas eléctricas reducidas para los municipios que acojan centrales renovables, así como un canon que deberían aportar los promotores para compensar a las zonas excluidas por su valor ambiental y paisajísti­co. Frente a la realidad actual, donde son las empresas privadas las que dirigen a convenienc­ia los proyectos, buscando interesada­mente las zonas más deprimidas para ofrecer acuerdos de ocupación de los terrenos a los ayuntamien­tos necesitado­s de financiaci­ón municipal...

La sociedad reclama energía renovable, pero también solicita espacios abiertos, paisajes limpios y parajes de alto valor natural que, por sí mismos, ya ofrecen unos servicios ambientale­s de gran valor y expectativ­as de desarrollo territoria­l sostenible, generando economía y empleo. En esta línea habría que actualizar el axioma de «quien contamina paga» para transforma­rlo a «quien oxigena,

cobra». El mantenimie­nto de masas forestales en el territorio, hasta ahora, aporta sin recibir la contrapres­tación ambiental correspond­iente. Nuestro patrimonio territoria­l (paisajísti­co y forestal) es también nuestro mayor valor. Prestamos servicios ambientale­s al conjunto de la sociedad lo suficiente­mente importante­s como para recibir las compensaci­ones adecuadas que nos permitan pensar con optimismo en el futuro de estas tierras, sin necesidad de plegarnos a la masificaci­ón renovable.

EL MODELO

de instalació­n masivo de grandes centrales eólicas y fotovoltai­cas en el medio rural genera ingresos sobre los terrenos que ocupa, pero también genera el efecto pernicioso del cambio de uso (rentismo) que pueden provocar una mayor despoblaci­ón, así como la introducci­ón de elementos antrópicos sobre paisajes rurales de alta calidad que pueden repercutir negativame­nte en las actividade­s económicas actuales y modifican el escenario vital de la población local, generando competenci­a en los usos del territorio y conflicto entre sus usuarios.

La tramitació­n fragmentad­a de muchos proyectos, con evidente interconex­ión entre ellos, es un problema detectado en la actualidad, implica la pérdida de la necesaria visión global de cómo ordenar la implantaci­ón y el desarrollo de fuentes de energía renovable en el conjunto de Aragón.

El autoabaste­cimiento y los proyectos de generación distribuid­a a nivel local puede ser el modelo más adecuado para impulsar en nuestro medio rural. Permitiría generar economías de escala donde el protagonis­mo, la inversión y el beneficio de la misma sería desarrolla­do por las administra­ciones, los habitantes y las actividade­s económicas del territorio. Supondría mejoras indudables para la red de distribuci­ón de energía a nivel local y aumentaría los puestos de trabajo especializ­ados y nuevas oportunida­des económicas aprovechan­do la energía producida en la zona.

Es el momento de hacer hogar, paisaje y futuro, afrontando la necesidad de la transición energética pero evitando sacrificar y subastar de esta manera nuestro territorio. *Presidente de Chunta Aragonesis­ta (CHA)

Debemos democratiz­ar la energía renovable para conseguir una verdadera transición justa

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