Estados Unidos da una nueva oportunidad a la salud del planeta
Biden se compromete a reducir a la mitad la emisiones de efecto invernadero durante la próxima década Los grandes líderes mundiales se sientan en la mesa virtual para celebrar el regreso estadounidense
El mundo necesita a Estados Unidos si quiere prevenir los efectos más catastróficos del cambio climático. No se explica de otra manera que los pesos pesados mundiales sin excepción se pusieran ayer ordenadamente en la fila para hacer realidad una de las promesas de campaña del hoy presidente Joe Biden. La primera jornada de su cumbre virtual de líderes sobre el clima sirvió para constatar que el mundo está dispuesto a dar una nueva oportunidad al país que más ha contribuido históricamente al calentamiento global, a pesar de su oscilante compromiso con la salud del planeta, caprichosamente sujeto a sus ciclos políticos. La Casa Blanca quiso remarcar que está de vuelta anunciando nuevos objetivos en la reducción de emisiones, como hicieron también Canadá, Japón o Corea del Sur siguiendo la estela de la UE y el Reino Unido.
La renovada disposición de Washington a recuperar el liderazgo mundial en la materia, dilapidado tras los años de negacionismo de Donald Trump, fue celebrada por sus aliados. El primer ministro británico, Boris Johnson, agradeció a Biden que «devuelva a EE UU a la primera línea de la lucha contra el cambio climático», mientras que la canciller Ángela Merkel recalcó que «no hay ninguna duda de que el mundo necesita la contribución» estadounidense. Sus rivales geopolíticos prefirieron ahorrarse los parabienes, en algunos casos, para lanzar críticas veladas al valor de la palabra de la primera potencia mundial, que no llegó a ratificar los Acuerdos de Kioto firmados por Clinton en 1998 cuando su sucesor republicano se instaló en la Casa Blanca y que rompió con el pacto de París impulsado por Obama cuando Trump tomó el relevo.
«Rusia trata sus compromisos internacionales con el mayor respeto», dijo el presidente Vladímir
Putin. Lo cierto, pese a todo, es que hay voluntad de cooperación ante una emergencia climática que solo se atreven a negar la derecha estadounidense y sus rocambolescos clones foráneos. Los datos científicos no dejan espacio a la duda. La pasada década registró las mayores temperaturas nunca registradas. La concentración de gases de efecto invernadero siguió aumentando en el 2019 y el 2020, incluso con el mundo parado por la pandemia. Y el aumento de la temperatura global ronda ya los 1,2 grados respecto a sus niveles preindustriales, según las Naciones Unidas, una cifra cercana al precipicio de los 1,5 grados que aspira a prevenir el Acuerdo de París del 2015.
EN ALERTA ROJA «Necesitamos un planeta verde, pero el mundo está en alerta roja», advirtió el secretario general de la ONU, António Guterres, tras celebrar la vuelta al ruedo de EE UU. Con los compromisos vigentes hasta la semana pasada, el mundo se encaminaba hacia un estrepitoso siniestro, en forma de extinción masiva de especies, acidificación de los océanos, inundación de las zonas litorales y toda clase de eventos meteorológicos extremos porque, según cálculos del Climate Action Trac-ker, con esos compromisos la temperatura crecerá en 2,7 grados.
De ahí que los nuevos objetivos anunciados ayer por EEUU, Canadá y Japón, así como los del continente europeo, inviten a albergar un poco de optimismo. Ninguno de ellos es un gesto de generoso altruismo, sino que forman parte de las obligaciones adquiridas en París por todos los firmantes del pacto, obligados a incrementar sus metas en la reducción de emisiones antes de la COP26 que la ONU celebrará en noviembre en Glasgow. «Estar a la altura del momento implica algo más que preservar nuestro planeta», dijo Biden al inaugurar una cumbre virtual. Biden concibió su discurso con la vista más puesta en la audiencia estadounidense que mundial, por lo que quiso enfatizar los beneficios para el empleo que acarrearía su plan para reducir hasta en un 52% las emisiones durante la próxima década respecto a los niveles del 2005.
Hay otro problema: la distancia que existe entre el dicho y el hecho. En este caso, las ambiciones de Biden están en gran medida supeditadas a que el Congreso apruebe su masivo plan de infraestructuras, o lo que es lo mismo, a merced de unos republicanos que creen que los polos se están derritiendo porque casualmente hace mucho calor.