... y el Madrid rojo
Buena parte de los barrios tradicionales obreros piensa que ir a votar no arreglará sus problemas, aunque el miedo a Vox puede lograr activarles
En las antípodas del liberalismo castizo de «cañas y toros» que propone Isabel Díaz Ayuso, existe un Madrid progresista y de espíritu republicano. Un Madrid obrero que madruga, no se siente interpelado por los eslóganes de la ultraderecha y que hace diez años encendió la mecha del 15-M en la Puerta del Sol.
Un Madrid que también cuenta, opina y vota. ¿Pero realmente vota? Los estudios demoscópicos revelan que el Madrid rojo, que se concentra en el centro y los barrios del sur de la capital y en su extrarradio meridional, no parece tan entusiasmado con la idea de ir a las urnas. No es casual que Pablo Iglesias eligiera Lavapiés para arrancar su campaña electoral. De este barrio salieron las primeras tiendas que acamparon en Sol el 15 de mayo del 2011 y aquí nació Podemos tres años más tarde. Desde entonces, el lugar ha cambiado mucho. En las autonómicas del 2019 no fue Iglesias, sino Errejón, quien logró cosechar el 40% de los votos y hoy Lavapiés es una zona de ocio sobre la que ha puesto sus ojos la especulación inmobiliaria.
La versión turística del barrio multiétnico de intensa vida cultural convive con una marcada conciencia política. Por cada bandera de España que cuelga de sus balco- nes, se cuentan cinco republica- nas o arcoíris, o sábanas que recla- man más sanidad pública y menos fondos buitres.
«En Lavapiés cultivamos un discurso de izquierdas que planta cara a ese liberalismo que quiere vender el barrio al mejor postor», cuenta Ruth Sánchez, socia del Teatro del Barrio, una referencia del activismo político en Lavapiés. ¿Esta agitación se traducirá en votos el 4 de mayo? «No hay ambiente de movilización, la gente está cansada por la pandemia», evalúa Pilar Cataño, propietaria de la librería-café La Libre.
Las expectativas de que la izquierda le doble el brazo a la derecha descansan sobre un cálculo: en el 2019, en el barrio de Salamanca, siete de cada diez papeletas fueron conservadoras y la participación llegó al 73%; en cambio, en Puente de Vallecas, donde la izquierda se hizo con el 70% del escrutinio, solo votó el 59% del censo. Esos 11 puntos de diferencia de participación ponen cifra al tópico de que Madrid es una comunidad de derechas.
Jorge Nacarino, presidente de la asociación vecinal Puente de Vallecas San Diego, conoce bien el desapego que sienten muchos habitantes de este barrio obrero ha
cia la política. «No es nihilismo, es desilusión. Piensan que ir a votar no arreglará sus problemas», explica. A pesar de su menor implicación electoral, Vallecas presume de su férreo activismo izquierdista. Al día siguiente del mitin de Vox, circuló por el barrio un llamamiento para «desinfectar Vallekas de fascismo» y la Plaza Roja se llenó de vecinos con fregonas. Que la izquierda ganará en el barrio donde vivía Pablo Iglesias se da por descontado. La duda es saber cuántas papeletas tendrá.
Un paseo por el centro de Fuenlabrada, ciudad-dormitorio de 194.000 habitantes del extrarradio meridional madrileño, previene de su espíritu progresista, gobernado por el PSOE desde 1979. En 100 metros se concentran la Casa de la Mujer, el Centro Cultural 8 de Marzo y el Espacio de la Juventud.
Esta semana coincidían, el mismo día y a la misma hora, los mítines de Ayuso y Monasterio. Si el del PP estuvo ambientado, el de Vox desbordó las expectativas. ¿Está cambiando de color el bastión socialista? «Veo a la izquierda plana. O pasa al ataque o no remontará», pronostica Faustino García, portavoz de la asociación de vecinos El Naranjo y apoderado del PSOE.
A pesar de su menor implicación electoral, Vallecas presume de su férreo activismo