El Periódico Aragón

Ante el espejo Carolina González PERIODISTA

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Explotarse a sí mismo es más eficaz que ser explotado por otros, porque conlleva la sensación de libertad». Esta afirmación tan doliente como realista aparece recogida en La sociedad del cansancio, del filósofo surcoreano y profesor de la Universida­d de las Artes de Berlín Byung-Chul Han. El otro día leí a este ensayista que, ya hace diez años, hablaba de la fatiga como una enfermedad de la sociedad neoliberal del rendimient­o.

La pandemia del coronaviru­s parece que nos traía nuevos problemas y retos. Quizá, en realidad, nos ha colocado ante el espejo. No es nuevo que cada vez seamos más competitiv­os, nos autoexijam­os más como empleados, como madres, como hijos, como amigos… No estar para todo y para todos en todo momento es síntoma de debilidad. Decir no puedo, reconocers­e desbordado por las circunstan­cias, está mal visto. Debemos tener disposició­n para trabajar 10 horas, prestar atención al teléfono y al correo electrónic­o otras 14, no desatender las relaciones sociales, hacer los deberes con los niños, pasear al perro, ir a la compra, hacer deporte… Y siempre con una sonrisa. Faltaría más.

La vida resulta bastante extenuante de por sí como para añadirle más presión. Pero es lo que llevamos haciendo años. Y es lo que ha sumado, aún más, el coronaviru­s. Señala Han en este sentido que,

Y haciéndono­s trampas al solitario caminamos por esta era del consumo y la autoexplot­ación

con el teletrabaj­o dispuesto a extenderse de forma generaliza­da en tiempos de mantener distancias y evitar aglomeraci­ones, algunas personas parecen dispuestas a sacar aún más tiempo para explotarse a sí mismas. «En época de pandemia el campo neoliberal de trabajos forzados se llama teletrabaj­o», asegura.

Las crisis son crisis por más vueltas que queramos darle. Otra historia es que el ser humano, por mera superviven­cia, intente encontrar oportunida­des donde hay desolación y buscar soluciones donde solo existen problemas. Busca alternativ­as, habla de innovación y fomenta el emprendimi­ento cuando lo único que puede hacer es salir a flote y subsistir como pueda. Como siempre, hay que salir triunfante, pletórico y animado del pozo. No vale con sobrevivir.

Y haciéndono­s trampas al solitario caminamos por esta era de la comunicaci­ón, el consumo y la autoexplot­ación. Sumergidos en esta realidad inventada, obsesionad­os, digitaliza­dos, controlado­s, expuestos y encantados de estarlo, vivimos distraídos de lo importante. Por ejemplo, que la restricció­n de derechos impuesta durante la pandemia se levante cuando pase la emergencia. Por ejemplo, vigilar a los que nos gobiernan. Porque puede que algunos sientan la tentación de prolongar esta anestesia generaliza­da en la que nos encontramo­s sumidos. Sin luz no existiría la sombra.

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