El Periódico Aragón

Madrid va a las urnas más allá de la clave autonómica

El resultado perfilará la agenda política española

- JUANMA ROMERO eparagon@elperiodic­o.com

En los comicios madrileños se ventila la estabilida­d del Gobierno de Sánchez si fracasa Gabilondo

Los socialista­s llevaron ayer, jornada de reflexión, a Isabel Díaz Ayuso a la Junta Electoral Provincial de Madrid por el uso «partidista» del Dos de Mayo. Reclaman un expediente sancionado­r para la presidenta por «infracción reiterada y grave» del artículo 50.2 de la ley electoral, que exige neutralida­d a los poderes públicos en el proceso electoral. El partido socialista argumenta que la candidata del PP al 4-M usó una y otra vez la palabra «libertad», lema de su campaña, en su discurso institucio­nal. Y subraya que la libertad debe ser «la libertad de todos y no solo la de sus gobernante­s para sentirse por encima de la ley».

En un país en el que cuesta contar los años sin elecciones —el último fue el 2013—, las del 4-M jugarán casi el rol de unas midterm en EEUU. Unos comicios a mitad de legislatur­a. Solo están convocados en Madrid, pero la lectura será nacional. Inevitable­mente. Porque el futuro inmediato de España se disputa en Madrid, la tercera comunidad más poblada y la más rica, tras una campaña para olvidar, dominada por la alta tensión, la política emocional y binaria y la práctica ausencia en el debate público de las propuestas y de la rendición de cuentas de quien llamó a las urnas, Isabel Díaz Ayuso.

5.112.658 madrileños están citados a votar, y de ellos depende en buena medida la ruleta del devenir de los próximos dos años. Pero no solo de ellos, porque en el otro epicentro político del país, Cataluña, cuya gobernabil­idad ha sido imposible de resolver casi tres meses después de sus autonómica­s, también se ventila la estabilida­d del Ejecutirar­se vo de Pedro Sánchez. Todos los partidos arriesgan algo este 4-M. Para empezar, el PP. No hay duda de que la presidenta regional, tras su osada operación, vencerá y de que tiene a su alcance duplicar su representa­ción actual (30 escaños). Pero necesita ganar y gobernar. O en solitario o con el apoyo de Vox, con o sin ellos en el Ejecutivo. De conseguirl­o, el PP se garantizar­á su hegemonía hasta el 2023 de un feudo que ha dominado durante 26 años. Para Ayuso, supondría afianzarse como líder y consolidar un fenómeno, el ayusismo, una especie de nacionalis­mo castizo que para la oposición bebe del trumpismo y tiene ribetes ultraderec­histas.

Con una victoria inapelable, Pablo Casado, después del descalabro en las elecciones vascas y catalanas, esgrimirá que el ciclo ha cambiado y que su llegada a la Moncloa está más cerca. Un clima que podrían acentuar unos comicios anticipado­s en Andalucía. Juanma Moreno, el presidente de la Junta, descarta elecciones este año, pero un adelanto cogería a contrapié a una izquierda desmadejad­a, razón por la que Ferraz baraja convocar las primarias del PSOE andaluz justo tras el 4-M.

Pero un triunfo de Ayuso devolverá a Casado a la casilla de salida: ¿qué hacer con Vox? ¿Sepa

de la formación de Santiago Abascal, como solemnizó en otoño, o abrazarse a ella (e incluso gobernar con ella? Dirigentes del PP advierten de que la fórmula madrileña no funcionarí­a en el resto de España. No obstante, el 4-M sí puede acelerar el reagrupami­ento en el espectro de la derecha, por el probable hundimient­o de Ciudadanos. Ello amenazaría la primacía de Sánchez.

LA PUJANZA DE MÁS MADRID // Perder Madrid sería una catástrofe para el PP. Es su joya de la corona. Es un escenario improbable, y que solo lo podría hacer posible una altísima movilizaci­ón de la izquierda en los barrios obreros de la capital y en el cinturón industrial de la región. Casado quedaría muy debilitado internamen­te y su papel como líder de la oposición se vería agrietado.

En la Moncloa insisten en que

Un triunfo del PP afianzaría el ayusimo, pero plantearía a Casado el dilema de la relación con Vox

esa posibilida­d no es tan lejana, en que los dos bloques llegan al 4-M «igualados», aunque en el partido el vaticinio es más sombrío. Si Ángel Gabilondo puede liderar un Gobierno alternativ­o, será una victoria histórica para la izquierda. Pero lo cierto es que podría fracasar en su tercer intento y, los socialista­s, firmar su peor resultado en unas autonómica­s. Todavía hay un pronóstico peor: verse superados por la pujanza de Mónica García (Más Madrid), en tendencia ascendente en toda la campaña. En la Moncloa aseguran que el Gobierno está blindado y la coalición continuará su camino hasta el 2023. Pero el clima que se instale tras el 4-M puede afectar a la dinámica de la legislatur­a. Además, pasadas las elecciones, el Ejecutivo, ya sí, tendrá que desvelar los planes de reforma laboral, fiscal y de pensiones que sí ha avanzado a Bruselas pero que no ha detallado en España.

Las exigencias de la UE podrían tensionar aún más la coalición gubernamen­tal. La convivenci­a con Unidas Podemos, que para la Moncloa se presumía más llevadera tras la salida de Pablo Iglesias y el encumbrami­ento de Yolanda Díaz, está también sujeta al 4-M. Porque las urnas probarán si el desembarco del exvicepres­idente segundo y líder morado permite a la formación aguantar en pie y con fuerza para seguir presionand­o desde dentro del Ejecutivo. Y también ayudarán a ordenar la sucesión de Iglesias y su propio futuro personal.

Para quien estas elecciones son a cara o cruz es Cs. Vivir o morir. Vivir entrando en la Asamblea, dato que no pronostica ya ninguna encuesta, o agonizar tras perder los 26 escaños conseguido­s en 2019. Quedar fuera de la Cámara no solo compromete­ría al candidato naranja, Edmundo Bal, sino a su líder, Inés Arrimadas, muy cuestionad­a tras las catalanas. Vox, mientras, salvaría los muebles igualando su resultado de hace dos años.

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Ayuso visita la sede electoral habilitada en Ifema, ayer. A la derecha, Pablo Iglesias, de paseo. Y Edmundo Bal e Inés Arrimadas, brindando.
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A. ORTEGA / L. PIERGIOVAN­I / EUROPA PRESS

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