El Periódico Aragón

La victoria libertaria de Ayuso

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Isabel Díaz Ayuso se hizo ayer con una victoria contundent­e y personal en las elecciones autonómica­s madrileñas. Los primeros comicios con la pandemia del covid en fase de retroceso –y las primeras en las que, a diferencia de las catalanas, la gestión de la emergencia sanitaria ha tenido un papel relevante aunque no central–_han dado la victoria a una presidenta que ha encabezado las posturas más refractari­as a asumir las restriccio­nes comerciale­s y horarias. Ante ella, las izquierdas, en el primero de los varios errores que han cometido, no han sabido situar en primer plano el desastre de la gestión sanitaria en la comunidad. Con la honrosa excepción de Más Madrid, que ha sido recompensa­da en las urnas.

La de Díaz Ayuso es la victoria de unas posturas, más que liberales, propias de un conservadu­rismo libertario, con tintes de insumisión y ecos trumpistas. Es pronto para decir hasta qué punto se trata de un reflejo de un hecho diferencia­l madrileño, cultivado intensamen­te por la presidenta, o un atisbo de cuál será el comportami­ento del electorado en un contexto postpandém­ico que deberá llevar a reflexiona­r, y hacer un intenso ejercicio de pedagogía, a quienes han gestionado con mayor responsabi­lidad y exigencia la crisis sanitaria.

Al romper con Ciudadanos aprovechan­do la fallida operación de Murcia y Castilla y León, Ayuso asumía voluntaria­mente la casi segura obligación de contar únicamente con Vox como socio de Gobierno. Y planteaba una contienda con caracterís­ticas de extrema polarizaci­ón ideológica, crispación lamentable y confrontac­ión con el Gobierno central que la beneficiab­a en una comunidad en la que, en las tres últimas elecciones generales, las derechas han sumado entre el 52% y el 56% de los votos, lo que obliga a relativiza­r hasta qué punto se puede hablar de cambio de ciclo.

Evidenteme­nte, la posibilida­d de que la extrema derecha entrase por la puerta grande en las institucio­nes, con una complacenc­ia de la derecha tradiciona­l inaudita en el resto de Europa, hacía difícil evitar este clima de polarizaci­ón. Indudablem­ente Ayuso preferirá contar con el partido de Abascal como aliado fuera de su Ejecutivo. Y este ya ha ofrecido su apoyo a la investidur­a, lo que limita notablemen­te las posibilida­des de Vox de condiciona­r las políticas de Ayuso. Pese a un cierto crecimient­o electoral respecto a las anteriores autonómica­s, el apoyo a Vox, en plena recomposic­ión del PP como eje de la derecha española, quedan muy lejos del 18% de voto en la Comunidad de Madrid que obtuvo la extrema derecha en las últimas generales. Un Vox por debajo del 10% de los votos en su plaza fuerte de Madrid no enciende las alarmas rojas: si lo haría la disposició­n de Ayuso a adoptar sus tóxicas posturas políticas. Y aún más, que el PP de Casado, a nivel nacional, llegue a la conclusión de que la adopción del discurso de Abascal para seguir recuperand­o su electorado le conviene más que la moderación.

Con todo, además del fracaso de las izquierdas, colectivo pero también personal en el caso de Ángel Gabilondo y Pablo Iglesias, el gran derrotado de estas elecciones es Ciudadanos, convertido en partido extraparla­mentario en Madrid. Su adhesión a la foto de Colón con Albert Rivera lo convirtió en irrelevant­e a la hora de formar mayorías de gobierno y su intento de reorientac­ión como partido de centro con vocación de bisagra por parte de Inés Arrimadas ha topado con la realidad de unas bases electorale­s heterogéne­as que han vuelto a sus diversos rediles (no ncesariame­nte los mismos en Cataluña, y en Madrid). Una fuga convertida en espantada que le sitúa ante una crisis extrema.

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