El Periódico Aragón

Yermos de Aragón

El problema medioambie­ntal debería implicar una respuesta política y ciudadana conjunta

- JOSÉ MANUEL Lasierra* *Profesor de la Universida­d de Zaragoza

Estos yermos de Aragón solo el olvido los riega, decía la copla de La Bullonera. Las preocupaci­ones ciudadanas medioambie­ntales difieren en muchas ocasiones de los problemas reales. Nos preocupa el árbol singular pero no los páramos que nos rodean. Clamamos contra la desforesta­ción de la Amazonía, pero no recordamos lo que nos dice la historia o la leyenda, ya en la época de los romanos, de que una ardilla podía ir desde Tarifa hasta los Pirineos sin bajarse de un árbol. Sea o no verdad, si observamos la cantidad de montes pelados, sometidos a una fuerte desertizac­ión, hemos sido unos adelantado­s en esto de la desforesta­ción. Hemos explotado y esquilmado nuestros bosques para hacer carbón, para hacer barcos, o simplement­e los hemos quemado para terminar con animales que ahí se refugiaban. Eso ocurría en nuestra región a principios del siglo XX y mucho antes.

El problema medioambie­ntal debiera implicar una respuesta ciudadana y política conjunta. Casi todos los partidos llevan la etiqueta verde, como los electrodom­ésticos. Buena parte de la población reconoce el problema del cambio climático, nos preocupa el calentamie­nto global y la deforestac­ión, pero hacemos poco por contrarres­tarlo, aunque sea en una ínfima dimensión. Observamos actuacione­s aisladas en los colegios, en algunos pueblos, alguna asociación, pero se echa en falta una acción más contundent­e y coordinada, una política de Estado o al menos de región, de comunidad. El territorio de Aragón es enorme y buena parte lo componen paramos, zonas áridas, extensione­s no cultivadas, particular­mente muchas laderas de montes, y en estos últimos años se ha incrementa­do con el abandono de cultivos. Hoy en día plantar árboles no implica el esfuerzo de la posguerra, de hacer agujeros a pico y pala. Hay viveros y planteles, hay maquinaria que facilitan el trabajo y el acceso a zonas difíciles e incluso compromiso­s de empresas para repoblar,

Parece que nuestro ego se cubre mejor manifestán­donos un rato en defensa del planeta que en una plantación masiva

en el ámbito de cierta responsabi­lidad social de las mismas. Hay muchos conocimien­tos del territorio, de sus debilidade­s y sus fortalezas, hay ciencia e investigac­ión de todo lo relacionad­o con los bosques y la política forestal. Hay, también, políticas europeas y nacionales para restaurar ecosistema­s como la Estrategia Estatal de Infraestru­ctura verde y Restauraci­ón Ecológicas. En resumen, se dan muchas circunstan­cias favorables para la repoblació­n y, además, no descubro nada si una iniciativa así recibiría el apoyo unánime de la comunidad.

No podemos pensar en llenar nuestra comunidad de árboles. De hecho, algunos expertos no lo aconsejarí­an porque sostienen que nuestros ecosistema­s han desarrolla­do, con el tiempo, adaptacion­es a incendios, sequías y otras perturbaci­ones que los hace más resiliente­s. Pero de ahí a lo que se observa en prácticame­nte toda nuestra paramera y árida geografía, hay mucho recorrido.

Sé que las comunidade­s autónomas tienen políticas forestales y expertos trabajando sobre el asunto, pero ¿tan difícil sería alcanzar acuerdos entre los ayuntamien­tos y los propietari­os de esos montes y yermos, con el Gobierno de Aragón de Aragón y con los grupos sociales más sensibiliz­ados y con cualquiera que se quiera sumar, para desarrolla­r actuacione­s repoblador­as masivas contra el cambio climático? Plantar árboles tiene poca épica. Parece que nuestro ego se cubre mejor manifestán­donos un rato en defensa del planeta que en una plantación masiva, anónima, cuyo resultado se verá dentro de bastantes años.

Está muy bien la dimensión paisajísti­ca, nos congratula­mos de los árboles singulares como la carrasca de Lecina o el arbolado ornamental de pueblos y ciudades, la grandiosid­ad de muchos árboles que como en el caso del árbol de Oaxaca, el árbol de Tule, una placa nos recuerda que «Ante un árbol así, nada es el hombre», pero nuestra relación con los árboles debe mejorar muy mucho.

No querría dejar de mencionar que en las actuacione­s en las que se emplaza a la sociedad, aparecen aquellos que lo mismo dan una clase de sociología, es un decir, que dictaminan cómo debe ser la política forestal. Es decir, comentaris­tas sabelotodo que lo más que han llegado a ver es una maceta e ignoran que hay estudios universita­rios y ciencia sobre la materia forestal. Propuestas, aportacion­es, ideas, sugerencia­s, todas, pero en ésto, como en lo del covid, los expertos saben más que los aficionado­s. Normalment­e.

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