La pegatina, Niños mutantes y Samba da praça completan el cartel
En tiempos de pandemia, sí, aunque parezca imposible, nació El bosque sonoro, un proyecto en la pequeña localidad de Mozota que va más allá de un festival como repiten sus promotores (que ayer presentaron el cartel completo de la cita cubiertos con máscaras de diferentes animales para «despersonalizar el proyecto») y que, en su segunda edición, crece tanto musicalmente como ambientalmente y gastronómicamente siempre «desde la sostenibilidad».
A los nombres que ya se habían desvelado previamente (Iván Ferreiro, Novedades Carminha, Iseo, Irregular Roots y Mediapunta) ayer se unieron oficialmente Viva Suecia, La pegatina (en una sesión matinal que compartirá con Samba da praça), La habitación roja y Niños mutantes para cerrar el cartel definitivo compuesto por seis conciertos del 1 al 4 de julio (sábado y domingo tendrán doble sesión). Así lo desvelaron ayer los responsables del proyecto en un acto celebrado en La Zaragozana en el que también intervinieron la directora general de Cambio climático y Educación ambiental del Gobierno de Aragón, Marta de Santos; la concejala de Cultura de Mozota, Rosana Sanz; y el director de comunicación de Ambar, Enrique Torguet. Además, el acto concluyó con un miniconcierto de Pau Roca de La habitación roja y Sebas Puente de Tachenko, quienes interpretaron una canción de cada una de las bandas.
El bosque sonoro presenta este año un innovador modo de seguir los conciertos, lo que han bautizado como nido, «es un espacio cerrado para cuatro, seis u ocho personas en los que se puede seguir el concierto de pie y bailar con la mascarilla puesta y con la distancia de seguridad adecuada con el siguiente nido», explicaron los responsables que aseguraron que «alguien tenía que dar el paso a hacer algo así, no podíamos estar esperando a que alguien nos lo dijera».
Otra de las novedades es que por cada entrada vendida se plantará un árbol («hay que hacerlo todo con sostenibilidad») y la apuesta por una oferta gastronómica pegada al territorio y de «los pequeños productores, nada de food trucks ni de alimentos procesados en una fábrica», reivindicaron los promotores.
La concejala de Cultura de Mozota, Rosana Sanz, explicó que son una localidad «en la que vivimos entre 60 y 70 personas todo el año pero que no nos sentimos de esa España vaciada ya que ocurren muchas cosas gracias a nuestros vecinos aunque sí nos sentimos olvidados en el tema de servicios. Por eso, para nosotros es muy emocionante que gente del pueblo sean los que hayan levantado este proyecto que nos ha permitido también disfrutar de la cultura desde el otro lado, no solo viéndola como espectadores».
El bosque sonoro, además, es un proyecto que tal y como destacaron sus promotores, «no recibió ninguna ayuda de las instituciones en su primera edición y, en esta segunda, de momento, solo ha entrado el departamento de Medio Ambiente», denunciaron. Sí cuentan con el apoyo de Ambar y del «pequeño» Ayuntamiento de Mozota.