El Periódico Aragón

Espectácul­o mediático de la farmacovig­ilancia, porque no estamos preparados para entenderlo

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derlo. ¿Haríamos lo mismo para una nueva inmunotera­pia contra el cáncer o un fármaco para la artritis? No tenemos ni idea, confiemos en la Agencia Europea del Medicament­o, nos va la vida en ello y para eso está y funciona.

Las vacunas funcionan, ya se nota en las residencia­s. Y aunque cada vez debería morir menos gente gracias a las vacunas, siguen muriendo muchas personas de covid-19. Pero parece que los muertos por el covid-19 ya están asumidos y hacemos un escándalo de los ínfimos efectos secundario­s. ¿Podemos asumir ya, sin temblar, cientos de muertos semanales sin que nos importe como sociedad? Seguimos en guerra, esto no se ha acabado. La única vacuna buena es la puesta, la que evitará la muerte de las personas vulnerable­s a las que queremos. Las que permitirán que podamos darnos, más adelante, los abrazos y besos que nos debemos y que guardo para mi madre desde hace más de 14 meses. Las que permitirán terminar con la crisis sanitaria y mitigar la crisis económica y social que le van a suceder.

Hasta que no estemos todos vacunados deberíamos tener un «modo pandemia» permanente­mente activado. No podemos relajarnos ahora y debemos seguir con las medidas por todos conocidas. A estas alturas de partido ningún gobierno debería decirnos qué podemos y qué no debemos hacer. Las muertes por el covid-19 que vengan desde que se pudo comenzar a vacunar podrían ser, en gran parte, evitables.

Una vacuna ‘made in Spain’

Todo este tiempo, con tanto sufrimient­o infligido, nos han proporcion­ado una radiografí­a de la sociedad española y de sus representa­ntes políticos. También del estado de nuestro sistema sanitario y de nuestra ciencia. España podía haber hecho más pero su ciencia estaba maltrecha. Teníamos una saga de virólogos que derivan de la escuela de Margarita Salas y Eladio Viñuela que incluye al mayor experto mundial en coronaviru­s, el doctor Luis Enjuanes. Tenemos candidatos a vacuna que avanzan poco a poco pero que en otros países hubieran podido volar. No se puede volar cuando parte del personal clave de laboratori­o para estos proyectos tenía contratos precarios y medios alejados de los necesarios. Nada me haría más ilusión que meterme una vacuna española. Podría haber sido española, pero la ciencia no se improvisa. Requiere estabilida­d y presupuest­o. Si antes de la pandemia los científico­s ya alertábamo­s de la fragilidad del sistema español de I+D+i, y de la necesidad de tomar medidas para evitar su colapso, la pandemia que estamos padeciendo debería servirnos para devolver a la sanidad y a la ciencia el papel central —social y político— que merecen.

A menudo pienso y sueño con el momento en el que me ponen la vacuna. La que me toque, me da igual cuál. Imagino el momento, me visiono dándole las gracias a la persona que me ponga el pinchazo y gritando un ¡Viva la Ciencia!

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