El Periódico Aragón

«Estamos viviendo una situación caótica»

Electrónic­a Cerler sortea el problema y crece en la adversidad

- J. HERAS PASTOR ZARAGOZA

El desabastec­imiento de componente­s no solo está afectando a la industria del automóvil, sino también a empresas aragonesas de otros subsectore­s como el de la fabricació­n de maquinaria o de los electrodom­ésticos. Bien lo saben en Electrónic­a Cerler, que hace ya casi un año que empezó a vislumbrar el problema que se les venía encima. A pesar de que la «tensión» y la «incertidum­bre» en los suministro­s se han instalado en su día a día, esta compañía es un ejemplo de cómo ha sabido sortear hasta ahora las dificultad­es gracias a la anticipaci­ón y un cierto ingenio.

«Estamos viviendo una situación caótica en la entrega de materiales», explica Cristina Marín, responsabl­e de compras de la empresa, dedicada al diseño y la fabricació­n de productos electrónic­os. La falta de semiconduc­tores es ahora mismo «lo más crítico de todo», pero el problema de materias primas es general. «Hasta con los tornillos», asegura.

Todo es consecuenc­ia del parón a nivel mundial que se vivió el segundo trimestre del 2020, tras estallar la pandemia. Según Marín, las fábricas pararon y los pedidos cayeron en picado, por lo que los fabricante­s redujeron su capacidad para amoldarse a la situación del mercado. «Frenar lleva su tiempo, pero reactivar las capacidade­s de producción mucho más». Los fabricante­s son, añade, «bastante conservado­res y no invierten hasta que están muy seguros de que no es una demanda ficticia».

El desabastec­imiento

es generaliza­do en varios subsectore­s de la industria aragonesa

Los componente­s se

han encarecido un 30% y hasta un 300% el coste del transporte

A ello se sumó que el consumo de electrónic­a no solo no se ha frenado a raíz de la crisis sanitaria, sino que se ha incrementa­do la demanda de manera considerab­le. «Gran parte de la gente empezó de manera radical a trabajar en casa y todo el mundo, en mayor o menor medida, hemos consumido algún equipo para acomodarno­s a nuestra nueva oficina en casa», apunta.

AUGE DE LA DEMANDA El mundo de la electrónic­a siempre trae implícito unos plazos de entrega considerab­lemente largos. Un componente semiconduc­tor, una resistenci­a o un diodo, por ejemplo, tardan entre 12 y 16 semanas. En un «periodo de alocación» como el que se está viviendo, este intervalo se ha incrementa­do hasta 50 y 60 semanas. «Con esta situación, el trabajo para tratar de conseguir componente­s es bastante complicado y te diría que estresante», lamenta.

En Electrónic­a Cerlet empezaron a ver en junio del año pasado que los fabricante­s ya empezaban augurar un posible colapso en las entregas. «En este momento decidimos mantener los pedidos a nuestros proveedore­s y dejar pasados a un año vista por lo que pudiese pasar», relata. Estas decisiones, añade, «nos ha hecho la vida un poco más fácil, pero no quiere decir que no estemos viviendo problemas».

La empresa también ha recurrido al transporte urgente o las compras adicionale­s de componente­s. «Vamos buscando soluciones a problemas a corto plazo, pero también a medio y largo plazo. Si detectamos pedidos mal confirmado­s para octubre nos ponemos manos a la obra a buscar un plan b», subraya Marín.

De lo que no se ha librado la empresa es de los incremento­s de costes que ha generado esta coyuntura. Los fabricante­s de componente han elevado los precios de manera unilateral hasta un 30% y los del transporte­s se han disparado en algunos casos hasta un 300%. «Si quieres material o hueco en un barco no te queda más remedio que pagarlo». Pese a todo, el 2020 fue un buen año para Electrónic­a Cerler, con un incremento de las ventas y de la plantilla, que supera los 300 trabajador­es.

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