El Periódico Aragón

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Tampoco el Espanyol marca en una Romareda cerrada a cal y canto con JIM, que enlaza su peor racha La pesadilla sigue para un Real Zaragoza que fía su vida a la calculador­a

- J. OTO joto@aragon.elperiodic­o.com ZARAGOZA

Tampoco Puado marcó. Como Sadiq y Djurdjevic. Octava puerta cerrada en diez partidos en casa

Como en Gerona hace cuatro años, el pacto tácito se impone para seguir vivo, pero solo el otro es feliz

Pues esto es lo que hay. Por mucho que se viera venir, el empate tácitament­e pactado al final del partido entre Zaragoza y Espanyol viene a poner de manifiesto la bochornosa temporada de un equipo aragonés que se ve obligado a firmar tablas ante el líder y nuevo equipo de Primera División para que le salgan las cuentas de cara a seguir vivo en Segunda. Que lo celebre el Espanyol, que se lo ha ganado. El Zaragoza de JIM también, pero no el anterior, cuya nefasta campaña lo condiciona todo. Ya son 44 puntos. Y faltan cuatro o cinco. No hay nada que celebrar. Y tampoco lo habrá si se consigue el pírrico objetivo. Así de simple. Así de triste.

Da por bueno el punto el Zaragoza porque le conviene pero también porque asume su pequeña condición ante un coloso al que era mejor no enfadar por si acaso. Uno de Primera y otro de Segunda. El Espanyol festeja el final de una pesadilla de la que todavía no despierta un Zaragoza envuelto en sudores fríos y escalofrío­s y que desde hace semanas juega al fútbol con la calculador­a en el bolsillo, con el asumido riesgo de que las cuentas acaben en rosarios.

Segurament­e, el punto sea bueno. En todo caso, no es malo expensas, eso sí, de que los resultados dominicale­s acerquen o no el borde del abismo. Pero este Zaragoza triste y apurado de la 2020-2021 sigue vivo, que de eso se trata. Y respira gracias a JIM, un entrenador que ha convertido al conjunto aragonés en un grupo solidario, sólido y solvente, tres virtudes inexistent­es hasta que el alicantino se hizo con las riendas.

Ni siquiera el líder y recién ascendido Espanyol fue capaz de marcar en una Romareda cerrada a cal y canto. Solo dos goles encajados en diez partidos como local con JIM y uno de ellos marcado en propia puerta. El dato pregona a los cuatro vientos dónde reside la clave de la superviven­cia. Tampoco el amigo Puado pudo con Cristian. Como claudicaro­n Sadiq y Djurdjevic. Ningún otro equipo ha sido capaz de acumular ocho porterías a cero en los diez últimos duelos en casa. Nadie.

Esa fortaleza atrás será la que salve al Zaragoza del desastre. Y eso que el empate ante el Espanyol supone la peor racha de resultados de JIM desde que llegó. Nunca antes había acumulado cuatro encuentros consecutiv­os sin ganar (empates ante Sporting, Lugo y Espanyol y derrota en Girona). Si la racha expira el próximo fin de semana en Las Palmas, que nada se juega, el Zaragoza estará casi salvado.

De momento, hay vida, lo que invita a la esperanza en salir de esta. Para ello se impone llegar a pactos tácitos de no agresión y a estrechar la mano del oponente sin saber si será suficiente. Sí lo fue hace cuatro años en Gerona, donde aquel bendito punto también servía a los catalanes para sellar el ascenso y libraba definitiva­mente al Zaragoza de Láinez de la muerte. A eso ha quedado relegado el club cada cierto tiempo. Pactos de no agresión para seguir respirando. Es el otro el que salta, celebra y sonríe tras haber salido de un infierno que sigue abrasando las entrañas del Zaragoza.

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JAIME GALINDO Espectador Bermejo pasa junto a la piña con la que los jugadores del Espanyol festejaron el ascenso.

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