El Kremlin despliega un asalto sin precedentes contra periodistas
Moscú incluye al principal portal independiente de noticias ruso en la lista de «agentes extranjeros» El término, con connotaciones históricas muy negativas, amenaza con asfixiar su existencia
Advertencia: «Esta información (material) ha sido creada y (o) difundida por un medio extranjero de información de masas, que desempeña la función de agente extranjero, y (o) un sujeto jurídico ruso, que desempeña la función de agente extranjero». Esta advertencia encabeza, inexorablemente, desde el pasado 23 de abril, todas las informaciones, artículos de opinión y posts en redes sociales difundidos por Meduza, el principal portal independiente de noticias en ruso.
En plena campaña judicial para neutralizar al movimiento del opositor Alekséi Navalni, el Ministerio de Justicia anunció la inclusión de la influyente página web en la lista de los denominados «agentes extranjeros», un término de connotaciones históricas muy negativas entre la sociedad rusa y que, día tras día y año tras año, está siendo expandido por los legisladores y aplicado con mayor laxitud por las autoridades.
GRAVES CONSECUENCIAS
Para Meduza, que cuenta con una edición en inglés, la clasificación implica importantes consecuencias que cuestionan incluso la supervivencia de la publicación, algo que va mucho más allá de la simple colocación de una etiqueta. «Prácticamente nos han caracterizado como enemigos del Estado», se lamenta Iván Kolpakov, director de la publicación, en un dramático correo electrónico dirigido a este diario. «Nuestro modelo de negocio, que hemos construido en seis años, ha perdido los anunciantes nativos [rusos]», continúa.
La decisión, sostiene el responsable editorial, «es también una grave limitación para el trabajo periodístico». «¿Qué fuentes, portavoces y expertos hablarán en adelante con nosotros? La ley del agente extranjero está redactada de tal forma que si alguien da una entrevista [a un agente extranjero] o participa en la elaboración del contenido [del agente extranjero], en consecuencia puede ser reconocido también como tal», subraya.
La situación es de extrema gragado
vedad. «Estamos corriendo una carrera contra el tiempo», describe Kolpakov sin paños calientes. «Hemos reducido entre el 30% y el 50% los salarios, hemos cerrado las redacciones y hemos dejado de pedir colaboraciones a autores», explica. «Y hemos iniciado una campaña de micromecenazgo que nos permita existir durante algún tiempo y pensar con calma qué hacemos», concluye.
DURO GOLPE
La eventual desaparición de Meduza constituiría un duro golpe para la prensa independiente, destaca Damelia Aitkhozina, experta en libertad de expresión en Human Rights Watch. «Cada ola de represión contra la prensa es peor que la anterior. Si contemplamos la cuestión con la perspectiva del tiempo, comprobamos que uno tras otro, medios independientes como el diario Kommersant y el portal
Lenta, o han sido purgados (de sus periodistas más combativos), o han sido silenciados, o han comenzado a autocensurarse», denuncia. Meduza «es una de las pocas publicaciones en difundir opiniones críticas que están vetadas» en otros medios y en «periodismo de investigación», constata.
Es precisamente este vibrante sector periodístico en Rusia, que en los últimos años ha sacado a la luz pública incontables tramas de corrupción, inquietantes vínculos de políticos locales con el crimen organizado y sonrojantes detalles sobre el estilo de vida de la élite, el que parece estar en el punto de mira de las autoridades.
A principios de abril, el reportero Roman Anin, al frente del portal Istories, recibió la visita de agentes del Servicio Federal de Seguridad (FSB, antigua KGB) y del Comité de Investigación. Tras registrar su domicilio, fue interroen relación a un antiguo caso criminal por difamación. El origen de la denuncia procede de la publicación de unas fotos de Olga Sechin, la segunda esposa de Ígor Sechin, miembro del entorno de Vladímir Putin y al frente de la petrolera estatal Rosneft, a bordo de un lujoso yate, valorado en 100 millones de dólares, algo que no podía justificar con su salario oficial. Las imágenes fueron reproducidas por la propia mujer en su cuenta de Instagram.
«Creo que el objetivo de este caso resucitado es espiarnos; he comprobado que contaban con una resolución judicial para acceder a mi teléfono y mi correo electrónico, y hacen lo mismo con compañeros que ni siquiera tenían relación con el artículo», denuncia el reportero por teléfono. También ha sido registrada a conciencia la oficina de Istories,
publicación con un impresionante currículum en investigaciones de alto nivel: en diciembre, Anin y su equipo desvelaron que Kirill Shamálov, el exyerno de Putin, había recibido un significativo porcentaje de una petroquímica estatal por una fracción de su precio real; en marzo, sacaron a la luz supuestos vínculos criminales de Serguéi Korolev, número dos del FSB, con el crimen organizado.
El caso es una suerte de espada de Damocles que pende sobre las cabezas de la redacción de Istories, ralentizando el trabajo y las investigaciones. «Perdemos mucho tiempo y esfuerzo en preparar nuestra campaña jurídica y pública para defendernos», apunta Anin, quien, pese a todo, se mantiene desafiante: «No nos han intimidado, ni tampoco aceptaremos censura alguna a cambio de evitar el cierre».