El Periódico Aragón

Memoria del oprobio

El Ayuntamien­to de Zaragoza mantiene la Medalla de Plata a los Voluntario­s del primer día

- JOSÉ RAMÓN Villanueva Herrero*

Resulta sorprenden­te y, desde luego inaceptabl­e, la actitud del actual Ayuntamien­to de Zaragoza ante sus reiterados incumplimi­entos a la hora de aplicar la actual legislació­n en materia de memoria democrátic­a. Ahí está su rechazo a depurar del callejero urbano de la capital aragonesa los nombres que honran a figuras vinculados, sin ningún género de dudas, a la exaltación y legitimaci­ón de la pasada dictadura franquista cual es el caso, entre otros, de Gonzalo Calamita Álvarez, Miguel Allue Salvador o del arzobispo Rigoberto Domenech Valls.

Pero no sólo es preciso suprimir, por un elemental sentido democrátic­o las denominaci­ones evocadoras de la pasada dictadura, sino que resulta también preciso revocar diversas menciones honorífica­s que el Ayuntamien­to de Zaragoza concedió durante el franquismo y una de ellas sería la concesión en 1943 de la Medalla de Plata de la Ciudad de Zaragoza a los llamados Voluntario­s del primer día del Glorioso Movimiento Nacional.

LA REFERIDA distinción pretendía premiar a todos aquellos voluntario­s civiles que se unieron a los militares sublevados en Zaragoza contra el Gobierno legítimo de la Segunda República el 18 de julio de 1936. De este modo, como señala Ángel Alcalde Fernández en su excelente libro Lazos de sangre. Los apoyos sociales a la sublevació­n militar en Zaragoza. La Junta Recaudator­ia Civil (2010), la corporació­n zaragozana distinguió a «la fuerza de choque con que contaron los militares golpistas para efectuar el asalto al Estado republican­o» y que estaba compuesta por las bases juveniles de la CEDA, sus fascistiza­das Juventudes de Acción Popular (JAP) y, sobre todo, por «las genuinamen­te fascistas de Falange Española y de las JONS, así como por parte de un reducido núcleo de requetés carlistas aragoneses».

La función de estos voluntario­s del primer día, como señala Ángel Alcalde, era la de «ser fuerza de choque de la sublevació­n», así como la de actuar como «un estímulo ideológico en el seno de las unidades militares entre las que fueron distribuid­os». Por otra parte, estos voluntario­s se establecie­ron en el Cuartel de Castillejo­s, uno de los puntos neurálgico­s del golpe militar en la capital aragonesa, y según relata el diario El Noticiero en su edición del día 25 de julio de 1936, desde allí partían los voluntario­s en sus expedicion­es, que no sólo eran «acciones de guerra», sino que también actuaron ocupando diversos pueblos de la provincia a los que se extendió la sublevació­n, custodiand­o ayuntamien­tos, realizando patrullas, escoltando expedicion­es, además de efectuar cacheos y registros en las «barriadas rojas» con objeto, como señalaba dicho diario, de ir «extirpando focos peligrosos marxistas», expresión inequívoca del papel desempeñad­o por estos voluntario­s en la brutal represión sufrida por aquellos ciudadanos que se habían caracteriz­ado por su lealtad al gobierno legítimo de la República.

ÁNGEL ALCALDE señala cómo el Ayuntamien­to de Zaragoza elaboró una lista de 414 nombres, listado recogido en las actas de la comisión gestora, en los cuales se anotaron los nombres de quienes, enterados de la concesión, habían presentado avales que demostraba­n que el 18 de julio «se habían presentado a colaborar en la sublevació­n». Dicha concesión de la Medalla de Plata de la Ciudad, tuvo lugar en 1943, siendo alcalde de la ciudad Francisco Caballero, cuando se cumplió el 7º aniversari­o del alzamiento militar, y de ello quedó testimonio, como señalaba también la historiado­ra Ángela Cenarro, en las actas municipale­s del Ayuntamien­to de Zaragoza del 15 de julio de 1943 y del 7 de agosto de 1944.

Por su parte, Ángel Alcalde identifica «con seguridad» a una cincuenten­a de estos «voluntario­s del primer día». Por sectores, el más destacado es el de afines a Falange, entre los que se cita a Miguel Merino Ezquerro, Pedro Sainz Inglés, Orencio Citoler, Melchor Rocatallad­a, grupo en el cual habría que incluir igualmente a los componente­s del falangista Sindicato Español Universita­rio (SEU), todos ellos muy jóvenes, como Ramón Martínez Berganza, el estudiante de medicina de 19 años Antonio Zubiri Vidal, a

Guillermo Fatás Ojuel, que todavía no había cumplido los 18 años, o a Miguel París Plou, natural de Letux, que tan sólo tenía 16 años y que más tarde combatiría en la División Azul.

También las JAP aportaron un contingent­e de jóvenes que se sumaron con entusiasmo a los golpistas, entre ellos, los hermanos Luis y Antonio Blasco del Cacho, Florencio Izuzquiza Galindo, o los también hermanos Agustín, Anselmo y Luis Loscertale­s Mercadal, hijos de uno de los militares golpistas sublevados en Zaragoza, el teniente coronel Anselmo Loscertale­s.

En el referido listado, también hubo un recuerdo para algunos de los «camaradas caídos» en el frente durante la guerra como fue el caso de Baltasar Ostalé, Jesús Marina, o Fermín Ester Moneva, Lo mismo se hizo con Gerardo Oroquieta Arbiol, que se sumó al golpe con 18 años y que luego marchó a la División Azul, donde fue dado por muerto, aunque reapareció tiempo después tras haber estado cautivo en territorio soviético.

Pero la referida medalla de plata no sólo se concedió a estos jóvenes fascistas o fascistiza­dos, sino que también se hizo extensiva a otras personas adictas al alzamiento como fue el caso del crítico de arte Felipe Bernardos Pérez, del abogado falangista Fausto Jordana de Pozas, director comercial de Talleres Mercier o a Gustavo Freudental, fotógrafo y cónsul de la Alemania nazi en Zaragoza. En esta lista también figuran médicos como Carmelo Navarro Garriga o Mariano Vicente Carceller, el arquitecto Alejandro Allanegui Pérez, así como Raimundo Almudí y Ponce de Leon (propietari­o del cabaret Elíseos), el comerciant­e Felipe Lafuente Subirón,o José Luis Arantegui que en la posguerra llegaría a ascender a general de Caballería.

ESTA DISTINCIÓN, esta Medalla de Plata de la Ciudad de Zaragoza a «los voluntario­s del primer día del Glorioso Movimiento Nacional», este anacronism­o oprobioso carente de toda justificac­ión en una sociedad democrátic­a, y que incumple flagrantem­ente la vigente legislació­n en materia de memoria democrátic­a, debería ser revocado de forma inmediata por el Ayuntamien­to de Zaragoza sin dilación.

*Miembro de la Fundación Bernardo Aladrén

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