El club de los corazones acuáticos
Club del Río es una formación singular que bebe en las fuentes frescas de las músicas de raíz
Ese ateneo acuático de canciones que transitan por afluentes diversos llamado Club del Río actuó el domingo (dos sesiones a cubierto, por aquello del aforo y de la lluvia, pues su concierto estaba previsto al aire libre) en el coqueto auditorio del Centro Cívico Salvador Allende de la capital aragonesa, dentro de ese ciclo siempre sorprendente y necesario llamado Bombo y platillo.
Club del Río es una formación singular que bebe en las fuentes frescas de las músicas de raíz para elaborar un cosmos tan personal como atractivo. ¿Folk-rock? Puede. Lo cierto es que las taxonomías hacen aguas con Club del Río (no podría ser de otra manera, tratándose de una formación tan fluvial), aunque se adivine, canción por canción, referencias y escuchas, búsquedas y encuentros. Pero más allá de clasificaciones imprecisas, lo que importa en esta formación son sus composiciones: retazos de vida comprimidos en pocos minutos, con mucha sustancia y no poco garbo. El domingo armó un programa con las ocho piezas de Lejos, su disco más reciente, y canciones de álbumes anteriores.
Montaña y La sed abrieron brecha. Luego, de un tirón, las novedades: Distancia, De una piedra, Arena cósmica, Mareas, Corres hacia el mar, La claridad e Y tú. Esta última, un gozoso enredo de blues, soul y gospel, y La claridad, de excelente dinámica, sobresalieron en un conjunto notable. Erosión, Lobo amigo, No hay rival, Somos uno (con una cierta atmósfera honky tonk), Alegría (cuyas dos primeras estrofas proceden de Échale salsita, el éxito cubano escrito por Ignacio Piñeiro, pero su desarrollo suena más a Aventurera, de Agustín Lara) y Remedios completaron el repertorio. Con el estribillo del cierre, cantando al unísono por el grupo y un público tan entusiasta como conocedor del trabajo de Club del Río, se levantó la sesión: «Si te caes te tendrás que levantar». Una sentencia muy apropiada para tiempos de pandemia y para los que no lo son. Como Échale salsita, pero en castizo. Al contrario de que afirmaría Groucho Marx, yo sí pertenecería a este club. Si me admitieran, claro.