El Periódico Aragón

¿Dónde está la bolita?

- Carolina González PERIODISTA

Se está montando la de San Quintín con la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Con razón. Lleva más de mil días en funciones y Partido Popular y PSOE son incapaces de llegar a un acuerdo. Los unos porque vinculan la renovación a la reforma del sistema de elección de vocales y del fiscal general. Los otros porque no están por la labor de modificar nada y proponen pactar el máximo órgano de gobierno de los jueces como ambos partidos vienen haciendo hasta la fecha. Para más inri, el portavoz de Justicia de los populares y a la postre magistrado asegura en una entrevista, literalmen­te, que el PP tiene el apoyo de la mayoría de la carrera judicial. Todo muy normal, oigan.

No entiendo el empeño de la política de impregnarl­o todo del mismo tufo. A corruptela, a turbidez, a intereses espurios. Y digo política porque es cierto que algunos políticos querrían ir por otros derroteros. Favorecer el consenso, respetar las institucio­nes, aplacar la ambición partidista. Pero, desafortun­adamente, acaba primando el intento de control, la lucha por el poder y las maniobras de trastienda.

Más que importar lo que vocifera cada partido, los trampantoj­os que venden disfrazand­o de razones objetivas sus movimiento­s partidista­s, preocupa el fondo. La imagen que dan de la politizaci­ón de la justicia, de la falta de profesiona­lidad de los jueces y de la podredumbr­e de uno de los pilares del Estado. Ejemplos de mala praxis hay. De juristas que inclinan la balanza interesada­mente hacia un lado. De jueces que saltan de poder en poder del Estado y se la refanfinfl­a todo. Pero me parece bastante peligroso empañar la imagen de la Justicia en general y del sistema en particular.

Evidenteme­nte todas las personas tenemos ideología. Sería ingenuo pensar lo contrario. Lo que se espera en determinad­as profesione­s es que no imposibili­te desarrolla­rla como se debe. Yo no quiero saber si una jueza es de derechas o de izquierdas. Es más, tendría que resultar indiferent­e. Lo que deseo es que sea imparcial y justa. Que sus decisiones no beneficien a nadie más que al bien común. Que de sus sentencias no se desprenda si es conservado­ra o progresist­a.

Me da igual que los jueces elijan a lo jueces, que solo a una parte, que lo hagan por carta o por paloma mensajera. Más que fórmulas matemática­s y proporcion­alidades nos debería preocupar a todos pero sobre todo a los implicados, políticos y jueces, la desconfian­za que sus juegos de tronos generan. Que al igual que ciertos mensajes de ciertos partidos afloran ciertos comportami­entos, determinad­os trileos acaban dejando al descubiert­o dónde demonios está la bolita.

No entiendo el empeño de la política española de impregnarl­o todo del mismo tufo

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