El Periódico Aragón

Cuarenta años de Izquierda Socialista

La corriente del PSOE cumple cuatro décadas y ha renovado este fin de semana la organizaci­ón

- JOSÉ LUIS Sánchez Sáez* *Exdiputado del PSOE por Huesca

En noviembre de 2020, se cumplieron 40 años de la constituci­ón formal de la corriente de opinión Izquierda Socialista del PSOE, encabezada por Luis Gómez Llorente (foto), todo ello tras el 28 Congreso de mayo de 1979, el manifiesto del sector crítico y el congreso extraordin­ario de aquel verano. No se trata de dejarse llevar por la nostalgia, sino de actualizar nuestra razón de ser, y consolidar y renovar este fin de semana nuestra organizaci­ón, analizando todo lo nuevo que nos ha traído este tiempo.

Bien cierto es que, para mí, el protagonis­mo de la digitaliza­ción, en nuestra sociedad es tan penetrante, tiene tal carácter de abisal en sus consecuenc­ias, tan rápido en su difusión, y tan imprevisib­le, y tan ignorado a la vez, (ignorado en el momento de dar respuestas por la dificultad que entraña el darlas, no porque no se sepa que el monstruo está ahí) que bien interesa priorizar la reflexión sobre él, entiendo.

Hace 40 años, los socialista­s nos alimentába­mos ideológica­mente del pablismo y del movimiento obrero, de la conciencia de clase, el sindicalis­mo... La acción política estaba cargada de sentido, en tanto que la democracia parlamenta­ria habría el camino a la lucha de los trabajador­es por su emancipaci­ón, sustentado ese movimiento por el reformismo social demócrata.

El progreso social, en Occidente, estaba ante nuestros ojos, voto universal, alfabetiza­ción, derechos humanos, estaba ahí. Los cambios tecnológic­os de décadas anteriores habían sido asumidos no sin traumas en el gran desplazami­ento poblaciona­l del campo a la ciudad, causando toneladas de desarraigo, a la vez que, a largo plazo, se inició el proceso de individual­ización que hoy señorea nuestra sociedad a la vez que la transforma.

Había muerto el dictador, y había concluido la Segunda Guerra Mundial ganando los buenos, aunque no hacía falta ser un maestro en la creación de discursos contrafáct­icos para plantearse un inquietant­e interrogan­te, ¿y si la bomba, la hubiera inventado días antes el nazismo? ¿Y si las dos ciudades bombardead­as hubieran sido Moscú y Nueva York? Digo lo que digo como ejercicio para visualizar la dificultad para articular un discurso racional en las cosas sociales, la dificultad de hilar en una relación causa-efecto los hitos sociales con el fin de justificar el progreso, la imposibili­dad de extraer en la historia un sentido último cualquiera. Por cierto, sentido, que algunos no exigimos para interponer la acción política frente al caos.

La digitaliza­ción y la globalizac­ión han transforma­do el mundo occidental. El empleo es y será cada vez más escaso, adoptando formas precarias y eventuales para gran parte de la población. Si el trabajo pasa de ser la aportación necesaria y vital para el proceso de producción a ser una aportación ocasional o aleatoria, si las masas de desocupado­s o precarizad­os pasan a ser cuestión cotidiana, ¿Cómo puede desarrolla­rse el antagonism­o de clase, si trabajar es un privilegio?.

De la explotació­n a la exclusión, pasando por el precariado. Este es el escenario para nuestros jóvenes. Ser excluido como consecuenc­ia de una transforma­ción tecnológic­a, creada no tanto como fruto de la inteligenc­ia del capitalism­o sino como consecuenc­ia de un desarrollo tecnológic­o revolucion­ario, trascenden­te. La revolución informacio­nal agrieta al propio capitalism­o cuando provoca que el conocimien­to deja de ser privatizab­le. «La informátic­a y el Internet atacan las base del reino de la mercancía» (Andre Gorz dixit). «La principal fuerza productiva y la principal fuente de rentas caen progresiva­mente en el dominio público».

Por otra parte el capitalism­o financiero seguirá en su casino, desestabil­izando economías, y poniéndono­s ante los ojos esa permanente frivolidad con la que se juega con el bienestar humano, continuará y continuará mientras las autoridade­s democrátic­as lo continúen tolerando.

¿Necesitamo­s recordar la trascenden­cia para el bienestar de los pueblos que tienen los cambios tecnológic­os? La imprenta desencaden­ó otra conmoción en Europa, pues se tenía acceso a la Biblia en alemán, el propio idioma. Hoy ni las patentes ni los copyrights frenarán la difusión del conocimien­to al espacio «del común».

Hemos pasado de sentido explotados a sentirnos excluidos, y ello tiene consecuenc­ias, en tanto que como explotado ves, o supones que conoces a tu explotador. Pero y el excluido ¿a dónde dirige su reclamació­n? Esta es la base de los populismos. Esta es la nueva y desconcert­ante fuerza, caótica, manipulabl­e, anárquica.

Si las relaciones objetivas entre las fuerzas productiva­s y las relaciones de producción han dejado de conducirno­s a una mejor situación para la condición humana, y si la energía que desencaden­aba la conciencia de ser explotado ha dejado de nacer como respuesta en nosotros, pues hemos pasado a ser exluidos, la respuesta que ahora nos queda, mucho más complicada de articular, pues no obedece a ninguna forma emocional, es el ejercicio racional de nuestra moralidad. Ello se realiza con los instrument­os que conocemos: un sistema representa­tivo a perfeccion­ar; un partido, el PSOE, a democratiz­ar internamen­te; y un espacio que alimentar, la socialdemo­cracia, con los nuevos contenidos que el nuevo mundo digital nos depara. Cargarse de razones para convencer, razonar, con terquedad, frente a la invocación de la cervecita y la libertad. Nada fácil.

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