De 20 años, cayó en una de las últimas batallas de la contienda y no se sabe el bando
tías de lluvia. No se conservó uniforme ni calzado, ni apareció su arma, pero sí sus balas del 7,92, sulfatadas por el tiempo.
No hubo forma de saber si era republicano o franquista, o quizá marroquí; cualquiera de ellos usaba esa munición en el 38. Sí que se pudo establecer que cayó en la terrible pelea que se extendió entre abril y julio de 1938 por la Línea XYZ, una trama de trincheras rocosas entre Teruel y Castellón, con el que la República resistió el embate sobre Valencia.
Como este joven, centenares de combatientes quedaron sin enterrar en un paraje que, en la posguerra, los pastores de El Toro llamaron «Campo de los Muertos», por los muchos que veían yendo con las cabras. El lugar pasó a campo del expolio durante años, en la posguerra por chatarreros en busca de plomo y acero que vender, y cuando ya no hubo hambre sino curiosidad, por buscabalas y coleccionistas. Se llevaban metralla, cráneos y fémures.
...Y sin honores
Este soldado está milagrosamente entero. A otros compañeros de desgracia las raíces de un romero les reventaron lo que fue su tórax, o les disgregó la osamenta algún animal. Este combatiente murió al borde de una trinchera cerca del corral de Panpasiempre, junto a La Salada y Peña Juliana, picos de 1.500 metros que fueron lugar de martirio para buena parte de los 20.000 franquistas y 4.000 republicanos estimados como bajas en la batalla. Oxidados restos de granadas Lafitte forman parte ya del terreno. Puede que una de ellas matara a este soldado. Todo el paraje está recorrido por la energía espectral de los sitios donde se ha sufrido mucho.