Phil Collins relata su infierno particular
Cuando Phil Collins publicó su autobiografía en 2016, decidió ponerle por título Not dead yet (Aún no estoy muerto), una proclama que acaso podía sonar un poco prematura para un hombre de 65 años. Las cosas no han mejorado ni mucho menos para el cantante y batería de Genesis en este último lustro, tal como ha manifestado en una entrevista con el programa BBC Breakfast, en la que el cantante, con un aspecto visiblemente desmejorado, asegura que apenas puede sostener la baqueta con una de sus manos y deja meridiatiempo namente claro que la gira de Genesis que empezará el próximo miércoles en Dublín será la última de su carrera.
La incapacidad de Phil Collins para tocar la batería no es una novedad. Los problemas empezaron en la anterior gira del grupo británico, en el ya lejano 2007, durante la que sufrió una lesión en las vértebras cervicales que, después de varias operaciones, le dejó una seria afectación en las manos y las piernas. La prometida recuperación no llegó y en marzo de 2011 Collins anunció su retirada alegando que deseaba pasar más con sus dos hijos pequeños y con su tercera esposa, Orianne Cevey, con quien mantenía una tormentosa relación marcada por las separaciones y las reconciliaciones. En ese forzoso retiro familiar el músico no encontró la paz anhelada.
Al contrario, su matrimonio se desmoronó por completo y entró en una espiral depresiva que desembocó en una adicción al alcohol que aceleró el deterioro de su salud, incluyendo una pancreatitis crónica que a punto estuvo de acabar con su vida en un hospital suizo en 2012.