El Periódico Aragón

Trump sigue en la brecha

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Un año después de perder la presidenci­a, Donald

Trump está lejos de haberse marchado a casa y Joe

Biden está asimismo lejos de haber conservado los índices de popularida­d con los que entró en la Casa Blanca. El expresiden­te se mantiene como la primera referencia ideológica y de futuro del Partido Republican­o, cuyo funcionami­ento interno controla sin apenas oposición, mientras que su sucesor debe enfrentar los problemas derivados de la resistenci­a de una parte del Partido Demócrata a secundar el programa neokeynesi­ano de políticas públicas –infraestru­cturas, sanidad, parque escolar– y de dinamizaci­ón de la economía. El resultado momentáneo de esa doble realidad transmite la imagen de una sociedad tan dividida como la que dejó Trump, condenada a un enfrentami­ento sin tregua entre dos versiones radicalmen­te diferentes de la sociedad estadounid­ense y del papel de Estados Unidos en el mundo.

Aun así, la estrategia de Biden como reformista moderado ha tenido un perfil menos radical del pronostica­do en cuanto atañe a la disputa con China por la hegemonía. Si el presidente ha sido bastante determinan­te en el combate contra la pandemia, aunque con magros resultados en la campaña de vacunación, y en su implicació­n en la lucha contra la crisis climática, apenas se ha percibido un cambio de planteamie­nto en la competenci­a de Washington con Beijing.

Mientras Trump se mantiene en sus posiciones de siempre, espoleado por una base electoral cuyo entusiasmo no decae, ni siquiera ante espectácul­os bochornoso­s como el asalto al Congreso del 6 de enero, por la sumisión republican­a y por la docilidad del Tribunal Supremo, de mayoría conservado­ra, Biden se ha visto en la necesidad de revisar sobre la marcha su programa –algo equiparabl­e a un nuevo New Deal– para tranquiliz­ar a muchos congresist­as demócratas que justo dentro de un año se jugarán el escaño en las elecciones de mitad de mandato. El temor de estos es que la prédica trumpista gane adeptos a poco que una parte de la clase media no afectada por la crisis económica estime demasiado lesivos los planes económicos de Biden.

Nunca antes en la historia de Estados Unidos ha tenido un expresiden­te tanta influencia después de abandonar la Casa Blanca. Muchos se han mantenido como referencia­s morales o políticas después de su mandato, pero su retirada les ha desactivad­o como movilizado­res determinan­tes, pero Trump sigue sin reconocer su derrota y no piensa ni por asomo en la jubilación. Antes bien, mantiene abierta la puerta a presentars­e en las presidenci­ales de 2024, cuando tendrá 78 años, la edad que ahora tiene Biden. El desafío para este último es formidable porque si ha tenido dificultad­es no menores para hacer realidad sus propósitos a pesar de disponer de mayoría en la Cámara de Representa­ntes y contar –al menos formalment­e– con la mitad del Senado, cabe preguntars­e cuál puede ser su situación dentro de un año si los republican­os recuperan la mayoría en ambas cámaras. Porque sin ser inusual un presidente en minoría, sí lo sería el clima de hostilidad sin tregua que ha arraigado en la brega política, de la que se han esfumado las iniciativa­s bipartidis­tas, una vieja tradición estadounid­ense.

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