El Periódico Aragón

El eritreo Girmay hace historia en el Giro de Italia

- S. LÓPEZ-EGEA BARCELOINA

El África negra lleva años dominando las grandes carreras de fondo del atletismo mundial. Hay enormes futbolista­s y uno de los mejores pilotos de todos los tiempos de raza negra. Pero el ciclismo, y nunca por cuestiones racistas, ni mucho menos, acababa de abrir sus puertas a los ciclistas negros. Ganaban africanos, eso sí, pero corredores sudafrican­os blancos.

Tampoco se contabiliz­a a ningún ciclista europeo o americano negro, hasta que ayer lo hizo Biniam Girmay en el Giro, que hubiese levantado los brazos como vencedor en una de las tres grandes. El ciclismo vivió ayer un día histórico.

Y podía haber sido una jornada de completa felicidad, para reír, para aplaudir y para que cualquier amante de este deporte se sintiera dichoso por lo que había ocurrido en la décima etapa del Giro, siempre con Juanpe López como líder, si Girmay no llega a sufrir un accidente, de los que se denominan domésticos, en el podio, cuando celebraba su victoria, exagerada tras sacar de rueda nada menos que a Mathieu van der Poel, en el esprint final.

Los corredores abren una botella de Prosseco, el vino espumo por excelencia de Italia. Girmay tuvo la desgracia de que el tapón impactó en su ojo izquierdo, se hizo daño y tuvo que ser llevado a un hospital. No pudo ni acudir a la conferenci­a de prensa. Más tarde regresó al hotel. Hoy se decidirá si continúa. Girmay, solo 22 años, ya empezó a hacerse famoso este año cuando se convirtió en el primer ciclista negro que ganaba una clásica, la Gante Wevelgem.

Hasta ayer, ningún ciclista del África negra había ganado en una ‘grande’

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