El regreso del emérito resalta la fractura con Felipe VI
La llegada directa a Sanxenxo prueba la falta de comunicación entre padre e hijo Juan Carlos I no prevé dar las explicaciones públicas que le reclama el Gobierno
Decía el historiador Paul Preston, en una entrevista en noviembre de 2020, que el principal objetivo de un monarca «es mantener a su familia en el trono» y que, siempre que se analice el comportamiento de Felipe VI ante los escándalos de su padre, hay que tenerlo presente. Con esta máxima del hispanista, autor de la biografía Juan Carlos. El rey de un pueblo, se entiende que la Zarzuela haya intentado que la primera visita a España del emérito discurriera de la manera más correcta posible, para que la institución de la Monarquía no se viera perjudicada.
Sin embargo, no va a ser así. Y las primeras imágenes que los ciudadanos han visto a su regreso, después de que se librase de la justicia por la prescripción de los delitos, por ser inviolable y por las regularizaciones, han sido a su llegada a
Sanxenxo (Pontevedra) para seguir una regata en la que participará desde ayer su barco: el Bribón.
Juan Carlos I aterrizó en Vigo ayer a las siete y cuarto de la tarde desde Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos), donde reside desde el mes de agosto de 2020. A pie de avión le recibió su hija Elena, con la que se fundió en un abrazo. El emérito viajó acompañado de su servicio de seguridad y personal. Habitualmente, en su vida emiratí, lleva tres escoltas y un ayudante.
Después de meses en los que la prensa publicó numerosas informaciones sobre su fortuna oculta, el Monarca se fue a vivir al extranjero con la finalidad, según le escribió a su hijo en una carta, de «facilitar» que Felipe VI pudiera desarrollar su «alta responsabilidad» con «tranquilidad» y «sosiego». Pero ninguna de esas dos cualidades va a caracterizar su primera visita a España tras casi dos años de ausencia.