Pero tampoco sabíamos qué era la felicidad» subraya el periodista canario
Cuando Juan Cruz era un niño que estudiaba en una escuela mal dotada de Puerto de la Cruz, en la costa norte de Tenerife, uno de los sacerdotes que se ocupaba de su educación lo reprendió un día por su deficiente rendimiento académico y, delante de todos sus compañeros de clase, dijo en voz alta y clara: «Juan Cruz Ruiz corre el riesgo de perder la beca, porque está acogido a la pobreza». Era la brutal manera que tenía el sistema de recordarle a aquel chaval enfermizo cuál era el lugar que le correspondía en la sociedad canaria de posguerra. La refinada venganza del niño Juan Cruz fue estudiar hasta ver su nombre en el cuadro de honor de la escuela. Y leer, leerlo todo. Y empezar a escribir.
Periodista de larguísimo recorrido, escritor y poeta que desde el pasado mes de febrero ocupa el cargo de adjunto a la presidencia de Prensa Ibérica, grupo editorial al que pertenece este diario, Juan Cruz Ruiz (1948) lleva escribiendo toda la vida, desde el día en que copió el poema If de Rudyard Kipling, en la traducción al castellano de Jacinto Miquelarena, en una pared de mampostería de su casa. Y se diría que todos esos años de escritura han sido una preparación para llegar a la novela Mil doscientos pasos (Alfaguara), un álbum de recuerdos de infancia que mezcla autobiografía, fantasmagoría y ficción para ilustrar un momento particularmente sombrío de la historia de España. «Es lo más serio y lo más importante que he escrito nunca», asegura.
Cruz presentó el pasado lunes Mil doscientos pasos en la barcelonesa librería Laie, rodeado de amigos y lectores (y, sobre todo, de amigos lectores). En la mirada risueña y el verbo apasionado y digresivo de este hombre de 73 años que conversó sobre su libro con la escritora Olga Merino y el periodista Álex Sàlmon sigue viviendo aquel muchacho canario, pobre y asmático que, sin saberlo, buscaba en las palabras y en los amigos una vía para escapar del miedo y la barbarie. «Yo nunca he crecido», afirmó Cruz, antes de invitar a la risa cómplice del auditorio con una alusión a su baja estatura.
Explicó el escritor que la novela nació de un recuerdo más bien
En su último libro reconstruye una época brutal a partir de un episodio de su infancia
siniestro: el de un chico de su barrio golpeándole la cabeza contra el muro de una huerta hasta dejar una marca de sangre. «Quería hablar de todos aquellos chicos que se divertían brutalmente, en el sentido literal, porque vivían en un mundo brutal». Un mundo marcado por la perplejidad que da vivir en la pobreza sin ser muy consciente de que hay otras maneEl ras de vivir. «No éramos unos niños infelices, pero tampoco sabíamos qué era la felicidad», apuntó el escritor.
Cruz considera que la sociedad española no ha sabido, o no ha querido, hacer un análisis riguroso de qué sucedió en la posguerra y qué huellas dejó, especialmente en los barrios alejados del centro. «En España, la posguerra duró tanto que nos olvidamos de ella», señaló el escritor canario, que aseguró que hoy se le eriza el vello cuando escucha a la ultraderecha pedir, por ejemplo, la expulsión de los menores no acompañados venidos de fuera. «Esos niños fuimos nosotros. Y en nuestro propio territorio». De eso, también, va Mil
pasos.= doscientos