Es la gran revelación, su metamorfosis es tanto física como mental
película sobre Mozart, pero está contada desde el punto de vista de Salieri y de la envidia que le corroe. Es fácil describir al Coronel Parker como al villano, pero yo quería que fuera una especie de defensor de sus acciones ante un tribunal que es la opinión pública para reflexionar sobre la industria del entretenimiento. Cuando murió Elvis, lo primero que hizo fue levantar el teléfono y pedir que imprimieran más discos. Asqueroso. Pero ¿no somos nosotros los primeros que exprimimos a nuestros ídolos y queremos más de ellos?», indica Luhrmann.
El director define como tóxica la relación entre el Coronel Parker y Elvis. A través de ella quería contar la trastienda del mundo de la música, la fama, el poder y el dinero, de cómo el espectáculo puede ser una tragedia shakesperiana, su género favorito. «Yo crecí en Australia y me crie viendo la tele americana. Siempre he intentado entender ese país a nivel cultural y hay algo sobre esa invención del sueño americano que representan Elvis y el Coronel Parker. Uno es el show, el otro es el negocio, son partes indisociables. Esta dicotomía es tan interesante como un filme del espacio exterior».
Encontrar el cásting adecuado no fue tarea fácil. Luhrmann sabía que se lo jugaba todo si no daba con el Elvis adecuado. Un día recibió una llamada de Denzel Washington, al que no conocía. Le habló de un chico con el que había trabajado en el teatro, se llamaba Austin Butler. El director le hizo varias pruebas. «Austin había perdido a su madre a la misma edad que Elvis. Tuvo una especie de epifanía e hizo una segunda prueba en la que estaba prácticamente en trance. No parecía una audición, era algo emocionalmente muy crudo. Literalmente Austin ha sido Elvis durante los dos años que ha durado la producción, día y noche, nunca ha dejado el papel.