El Periódico Aragón

Da vida al Coronel Parker, el narrador principal de la historia

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Nunca he visto a nadie con esa ética del trabajo, con esa entrega», destaca Luhrmann.

En efecto, Austin Butler es la gran revelación de Elvis. Su metamorfos­is es tanto física como mental. «Había que huir de la mera caricatura, buscar la humanidad del personaje. Intenté ser meticuloso en algunas cosas, como en los cambios de voz con los años y en su forma de moverse. Estuve un año y medio preparándo­lo antes de rodar, porque nos pilló la pandemia y me sumergí por completo en él», detalla. Su proceso de inmersión fue tan absorbente, que casi acaba con él. «Cuando te olvidas de ti mismo durante tanto tiempo, es difícil volver a encontrart­e. Me sumí en una crisis existencia­l al terminar el rodaje, me dejó exhausto en todos los sentidos, pero al mismo tiempo me fascinó el proceso, me dejé llevar por él. Al principio sentí una responsabi­lidad que me aplastaba, sufrí el síndrome del impostor. Pero poco a llecidos, como Prince. Y tanto él como Michael Jackson repetían una cosa: siempre se sentían más vivos encima del escenario. Cuando se bajaban de él, no podían soportar la vida ordinaria. Hay mucha soledad ahí, es una de las cosas que quería recrear en Elvis».

Como creador, Luhrmann se identifica mucho con una de las frases del Rey del rock: «Es muy difícil estar a la altura de una imagen y no puedes ser joven siempre». El director está a punto de cumplir 60 años y considera que cada una de sus películas correspond­e a una etapa de su crecimient­o como artista. «Romeo+Julieta es algo así como mi película de juventud. Muchos me dicen que intento capturar ese momento de máxima plenitud en mis filmes, pero quiero pensar que he madurado. Lo que ocurre es que Elvis aborda el tema de los mitos y ellos sí se han quedado congelados en el tiempo, como Marilyn Monroe y James Dean, y son los únicos que entran en el terreno de la inmortalid­ad».

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