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La ruta circular por el Puerto Viejo estremece por el recuerdo del exilio republicano y deja momentos de extrema belleza por la contemplación del grandioso Circo de Barrosa
El camino
En la noche del 15 al 16 de junio de 1938 el último resistente de la División 43 republicana cruzaba el Puerto Viejo y cerraba la Bolsa de Bielsa. Mientras los bombardeos alemanes e italianos incendiaban Bielsa y Parzán como escarnio a su resistencia, centenares de civiles cruzaban con escasas pertenencias la frontera hacia un exilio incierto.
En las pocas imágenes que quedan de este hecho histórico, soldados exhaustos con su fusil a cuestas y familias cargando a abuelos y niños, transportando maletas como mínima posesión, con zapatos y ropa de calle, ascendían caminos bordeados con nieve hasta la cintura.
Transitar hoy por un seco y amarillento Valle de Pinarra rumbo al mismo paso con Francia resulta una excursión sencilla y preciosa por un rincón que bulle emociones por esta gesta. Para hacerla más montañera, desanudaremos garganta y estómago con el sudor de la subida al Pico del Puerto Viejo (2.721 metros) y al Punta Roya (2.762), sublimes miradores de tresmiles, y caeremos de regreso por la profundidad silenciosa del ferroso Valle de Barrosa.
Aviso para caminantes. O se dispone de dos vehículos o habrá
La altura que enlazar un trozo final por carretera, a pata o a dedo. Sea así o no, recomendamos aparcar en el centro de vigilancia del túnel de Bielsa-Aragnouet, en la zona que no está reservada para sus trabajadores. Junto a una fuente, atentos, primer y último punto de recogida de agua, salvo barranqueras, de la ruta, y con varios paneles de información que ilustran la heroica retirada de las tropas comandadas por Antonio Beltrán, L’Esquinazau, cuya vida es de película, se inicia un trayecto que remonta enlazando varias zetas por los restos de piedra que se sacaron del túnel.
En poca distancia nos situamos sobre el delicado y lineal salto de Pinarra. Otro empujón de piernas supera otro resalte que finaliza en una borda de pastores y permite la visión del collado fronterizo. Por prados, ladeados a la derecha, bajo otra puerta a Francia, el Puerto de Forqueta, hacia el que trepa un sendero, se acumulan 700 metros de ascenso (2.384) que se afilan en las últimas vueltas que cierran la emocional parada donde tantos hombres y mujeres lloraron a sus valles. Una placa conmemora su recuerdo eterno.
El descanso parte rumbo al sur tomando el claro camino que, bajo la arista, va tomando altura ante la vigilancia de las torres francesas de Gerbats, Blanc, Heide y