ROBERTO Malo* Columna de vuelta
Acabo de volver de mis vacaciones. Y no tengo síndrome postvacacional. Al contrario. Estaba deseando volver, anhelando regresar a mi columna. Me he ausentado unas semanas y ha sido un sinvivir. Leía las noticias y soñaba con escribir sobre ellas, para luego darme cuenta de que estaba de vacaciones y nadie esperaba mis columnas. Ha resultado muy raro y frustrante. Quería descansar mentalmente, pero no sé si lo he conseguido en realidad. ¿Me ha servido este paréntesis para cargar las pilas? ¿He disfrutado de viajes, playas y familia? Pues sí, no me puedo quejar. ¿Y qué he sacado de estas vacaciones? Un bañador de licra al menos. Me explicaré. He estado en un camping en Francia, y en el Parque Acuático, al entrar en la piscina, me abordó el socorrista y me soltó: «Lo siento, pero no puedes llevar ese bañador en este lugar», y me señaló un cartel en el que se veía que estaban prohibidos los bañadores largos de hombre, tipo bermudas, como el que llevaba puesto. «Vale, pues me lo quito», dije bajándomelo y pensando que los franceses son unos frescos y unos nudistas sin remedio. «No, no», me detuvo el socorrista rápidamente, «Tienes que llevar uno de licra». «¿De licra?», repetí sin comprender. Y poco a poco fui comprendiendo. Al parecer, se les atascaron hace unos años las instalaciones por la cantidad de arena que traía la gente de la playa y decidieron tomar medidas. Los visitantes que no lo sabíamos acudíamos a un puesto (que hacía el agosto con nosotros, nunca mejor dicho) para agenciarnos nuestro bañador de licra pertinente. Supongo que como ahora las chicas se ven abocadas a llevar bikinis minúsculos, los chicos, en compensación, debemos llevar diminutos bañadores que marcan todo a la perfección. Pero oye, lo cierto es que la prenda me queda de maravilla. He descubierto, como Hulka, que la licra es mi nueva amiga. *Escritor y cuentacuentos
De las vacaciones he sacado un bañador de licra nuevo que me queda de maravilla