El Periódico Aragón

Los abuelos

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José Morales Martín Zaragoza

Cuando una persona mayor fallece, en el tanatorio o en el cementerio quienes más lloran, con diferencia, son los nietos. Los hijos suelen ser más consciente­s de que su padre tenía una edad y mala salud y, por lo tanto, no ha sido ninguna sorpresa. Lo echarán de menos, el recuerdo de los padres siempre permanece, pero quienes lloran desconsola­damente son los nietos. ¿Por qué? Todos lo sabemos: los abuelos les han permitido a los nietos cosas que nunca consienten los padres.

Y esto nos lleva a una cuestión compleja, donde cualquier razonamien­to puede ser impugnado. «Quienes educan son los padres. Los abuelos tienen menos influencia en la educación y los nietos saben que los abuelos les miman más e incluso les dan caprichos que sus padres no les consienten». Lo dice José María Contreras que lleva muchos años apoyando a las familias de diversas maneras. Quienes exigen son los padres, que se dan cuenta de que a base de antojos no se consigue nada. Habrá quien diga que en casa de los abuelos el niño ha aprendido a rezar más que en su propia casa.

Pero además resulta que, en los tiempos que corren, acudimos a los abuelos con bastante frecuencia: los padres tienen mucho trabajo y dejan a los hijos con los abuelos. Están poco con los hijos y, por lo tanto, les enseñan pocas de esas cosas que se aprenden viendo, viviéndola­s.

Si los padres apenas están en casa, malamente cogerán los hijos hábitos de oración o de otros modos de vivir. Y a veces los abuelos suplen.

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