El ‘infonsciente’
El recorrido de los mensajes es corto, pero los esfuerzos para solucionar sus destrozos son enormes
Sabía que no podría resistirse. Cada sábado, su mirada recorre los textos de este diario sin fijarse en mi artículo. Pasa las páginas como si fueran anécdotas intranscendentes de su vida. En cambio, mis vecinos son honrados con su lectura. Mi esfuerzo semanal lo despachan como si fuera un oasis de arena en el vergel de este medio. Llegados a este punto, entre envidioso y cursi, estoy dispuesto a utilizar armas de concentración masiva. Por eso he llamado astutamente su atención con la fotografía que ilustra mi proclama de hoy. No lleva texto, porque usted es capaz de ver lo que insinúa. No publicita nada, porque lo sugiere todo. Incluso recordará un mensaje similar que hace años se hizo absolutamente popular. En esa época, la imagen pública de aquellos hielos pudo ser provocadora y polémica. Hoy, afortunadamente, los gélidos cubitos de la foto saldrían en televisión. Eso sí, en horario de adultos.
La publicidad utiliza diferentes estrategias. El humor, la nostalgia y la curiosidad de sus mensajes, conviven con emociones, sentimientos e instintos que evocan. Los tiempos adoptan y adaptan contenidos. Hoy, disfrutar de un lubricante de sabores es cuestión de sexo, y no de un solo miembro. Hace años, solo se entendería como cuestión de gusto para mecánicos de coches obsesionados con pistones.
Entre tanta oferta al consumo, cobró fama la llamada publicidad subliminal. Supuestamente, esta técnica colaba mensajes indetectables a los ciudadanos, entre anuncios o informaciones neutras, para que adquirieran determinados productos. Un fotograma espontáneo o un sonido, escondidos en una proyección o audio, evocan sin ser percibidos conscientemente, atracción hacia algo o alguien. La mayoría de tan crípticas señales se relacionan con el sexo o lo diabólico (para muchas personas y religiones, son conceptos sinónimos). La oculta llamada a nuestro inconsciente más salvaje y reprimido suscitaría una atracción fatal e irrefrenable, para el consumidor más casto. Anuncios ingenuos se llenaron de sexoglíficos. Ya fueran esculpidos en reflejos, dibujos animados, o figuras que, al voltearse, mostraban su «verdadero» significado. El juego tras esa supuesta información inconsciente alumbraría el infonsciente.
La psicología demostró que esta modalidad tan morbosa de publicidad formaba parte de las leyendas, atractivas pero irreales, que pugnaban por conseguir el control del comportamiento. Otra es el mito de la hipnosis como técnica para someter la voluntad de los hipnotizados. A pesar de ello, la inexistente e ineficaz publicidad subliminal se considera ilegal en nuestra legislación. Las leyes van detrás de la ciencia, aunque históricamente la han perseguido de la mano de Dios.
La conclusión es clara. Nada mejor que un buen estímulo, lo más consciente posible, para provocar una respuesta consistente y consentida.
La política subliminal no existe. Aunque sí sus consecuencias. Los estímulos son de trazo grueso, pero las respuestas intentan invisibilizar los daños. Las derechas no engañan con su publicidad, pero sí ocultan los resultados de debilitar lo público. El recorrido de los mensajes es corto, pero los esfuerzos para solucionar sus destrozos son enormes.
Lula ha ganado en Brasil. Es triste que nuestro mayor deseo sea que llegue vivo a la toma de posesión. La socialdemocracia se impone en Dinamarca y los conservadores británicos sobreviven porque no quieren convocar elecciones.
Ayuso se intoxica con el humo que provoca tras incendiar su sanidad pública. A Feijóo lo debilitan los suyos porque su estímulo electoral es subliminal. Ni se atreve a respaldar la nocturna exhumación del golpista Queipo de Llano (forzada para cumplir la legalidad), el asesino radiofónico que animó a violar a las mujeres.
En Aragón, el debate de la Comunidad consolida el talento del gobierno con su expansión presupuestaria. Teruel Existe se aleja de las cuentas de Moncloa para reagruparse junto al Turia, preparando su ofensiva de mayo en la Aljafería. De Azcón huelgan comentarios de autobús.
Por cierto, me disculparán la publicidad subliminal de este artículo con la sugerente imagen de los cubitos. Se utilizó una similar en un anuncio irónico de la Asociación Americana de Agencias de Publicidad. Venía a decir que la gente había buscado la palabra sexo (sex en inglés), escrita entre los reflejos de esta foto, desde 1957. Si alguien dice que percibe ese estímulo erótico, que sepa que el morbo no está en los hielos, sino en los ojos de quien los mira. =
Hoy, afortunadamente,
los gélidos cubitos de la foto saldrían en televisión. Eso sí, en horario de adultos.