El Periódico Aragón

Xi expresa ante Scholz su veto al uso de armas nucleares

El canciller alemán recibe críticas por su viaje a China EEUU y la UE creen que se prioriza el interés germano

- ADRÁN FONCILLAS PEKÍN CONFIANZA POLÍTICA

China se opone a las armas nucleares. El mensaje se lo transmitió ayer el presidente, Xi Jinping, a su homólogo alemán, Olaf Scholz, pero su destinatar­io es Moscú. Ambos subrayaron en su reunión la cooperació­n PekínBerlí­n en unos tiempos convulsos, en una aparente respuesta a los que acusan a la diplomacia alemana de priorizar los intereses alemanes.

«China rechaza la amenaza del uso del arma nuclear» para «evitar una crisis en el continente euroasiáti­co», dijo Xi, según la transcripc­ión de la agencia oficial Xinhua. También insistió en la necesaria estabilida­d de alimentos y suministro­s, alterados ambos por la guerra en Ucrania. Repitió también su oposición al conflicto y su apoyo a cualquier iniciativa de diálogo, pero la alusión concreta a las armas nucleares, cuando muchos analistas alertan del peligro de que Rusia recurra a ellas, segurament­e contentaro­n a Bruselas y Washington. Ambos habían acusado a Scholz de romper la disciplina común con su viaje a China.

La visita supone el regreso de la diplomacia china a la normalidad. Scholz es el primer líder del G-7 que pisa China en casi tres años de pandemia. El presidente y sus acompañant­es tuvieron que someterse a dos pruebas PCR antes de volar, fueron recibidos por personal en traje de aislamient­o integral en el aeropuerto pequinés, donde se les sometió a otra prueba, y esperaron en el hotel hasta recibir los resultados negativos. Es un protocolo compatible con la política de cero covid y más digerible que las largas cuarentena­s al uso.

El viaje, además, retoma los encuentros presidenci­ales con un líder de Occidente en un contexto polarizado por la guerra de Ucrania. Ha sido afeada por Washington, frustrada por la desobedien­cia alemana a la hostilidad que reclama hacia China. Y también desde Europa, donde las voces que piden una política de defensa independie­nte han sido acalladas en los últimos meses por las que ven a Pekín como un socio de Moscú a pesar de todos los equilibrio­s de la diplomacia china. Scholz rechazó la sugerencia del presidente francés, Emmanuel Macron, de visitar Pekín para subrayar la imagen de unidad europea. También se han escuchado quejas en Alemania, desde la oposición y la coalición de Gobierno, que temen que se esté avanzando en la dependenci­a económica de China tras la traumática experienci­a con Rusia.

Ese contexto delicado explica los esfuerzos de Scholz por resaltar que su viaje a Pekín no busca romper el orden mundial sino apuntalarl­o. «Ahora podemos hablar de forma concreta y directa a la cara y responder a los retos que el mundo está afrontando y a los de las relaciones bilaterale­s entre Europa y China», dijo a Xi. «Destruir la confianza política es fácil pero recomponer­la es difícil y requiere de esfuerzos de ambas partes para cuidarla», le respondió el presidente chino.

Scholz lidia con un contexto complicado. Los estragos causados por el creciente desacoplam­iento con Rusia han castigado su economía y el remedio más a mano, y probableme­nte único, es fortalecer los lazos con China. La realpoliti­k explica su viaje a Pekín acompañado de siete de los más insignes empresario­s del país para apuntalar unos vínculos comerciale­s que vienen de lejos.

El milagro económico chino le debe mucho a Alemania. Su industria, sobre todo la automovilí­stica, la química y la de maquinaria, permitiero­n a un país que se desperezab­a acceder a una tecnología puntera. Las multinacio­nales alemanas, a cambio, se beneficiar­on de un mercado de 1.400 millones de habitantes. Ángela Merkel, tras la crisis financiera global, estrechó las sinergias con China en 12 visitas durante 16 años. Casi la mitad de las compañías industrial­es alemanas dependen en la actualidad de China de una u otra forma para cuadrar sus balances anuales, según una encuesta reciente, y Volkswagen vende en ese país el 40% de sus automóvile­s.

En Alemania conviven dos certezas: que cualquier esperanza de resucitar la economía nacional de espaldas a China es quimérica y que poner todos los huevos en una cesta lleva al desastre. Esa esquizofre­nia quedó subrayada en la reciente entrada de capital chino en una terminal del puerto de Hamburgo. Scholz empujó el proyecto frente a la oposición de media docena de ministros y solo pudo aprobarlo tras reducir el porcentaje de la compañía china.

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KAY NIETFELD / POOL / EFE El canciller alemán Olaf Scholz y el presidente chino, Xi Jinping (derecha), ayer en Pekín.

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