El Periódico Aragón

Aloma Rodríguez La escritora que retrata la felicidad familiar

La autora

- CARMEN LÓPEZ ALLÍ NO NECESITO MAPAS AHORA FELIZ, FELIZ

Después de nueve años en Madrid, la escritora Aloma Rodríguez volvió a Zaragoza, su ciudad de origen, con su novio y sus tres hijos. Cada día, las campanas del Pilar les avisan de que están llegando tarde a cualquier cosa que tengan que hacer, desde entrar en el colegio hasta sentarse a cenar. Como consecuenc­ia hay lágrimas, barullo y despistes como no atar a la niña pequeña en el carrito aunque las prisas borran cualquier atisbo de conflicto. Con ese relato de su cotidianid­ad comienza Puro glamour, el libro que la autora acaba de publicar con la editorial Navaja Suiza. Aunque está segura de que nunca ganará el Premio Nobel, según le dice a una de sus hijas en el libro, su bibliograf­ía crece a buen ritmo. Este es su sexto título que llega a las librerías –antes lo hicieron París tres (2007), Jóvenes y guapos (2010), Solo si te mueves (2013), Los idiotas prefieren la montaña (2016) y Siempre quiero ser lo que no soy (2021)– y su objetivo es que los lectores se enganchen a él como a un paquete de pipas, que todo el mundo sabe que son más adictivas que cualquier droga.

El libro nació de una columna quincenal que se publicaba en la web de la revista Letras libres, que a su vez surgió de sus propias ganas de escribir. «Mis circunstan­cias –el trabajo alimentici­o y los niños se comen casi todo mi tiempo y mi energía– hacían que casi la única manera de escribir fuera usando mi día a día. Era también una manera de hacerme trampas al solitario para escribir: nada motiva tanto como una fecha de entrega», reconoce. Rodríguez tenía claro que el gag del libro tenía que ser ella misma, por lo que estaba atenta a las situacione­s que con solo un poco de exageració­n daban lugar a la caricatura. «La serie Better Things, de Pamela Adlon, y Life Among Savages, de Shirley Jackson (las memorias autoficcio­nadas de su vida con sus cuatro hijos), me animaron a ponerme a escribir», sostiene.

La literatura es uno de los ejes principale­s de la novela porque también lo es de la vida de la propia autora. Además de escribir libros y de formar parte de la redacción de Letras libres, también firma en La lectura, Abril o Jot Down, tiene una sección en el programa Hoy empieza todo de Radio 3 llamada Barra libre y el podcast La amiga eres tú a medias con Andrea Toribio. Los problemas habituales de los periodista­s culturales como la falta de espacio en casa para guardar todos los volúmenes que se reciben (y de tiempo para leerlos) o el estado de la profesión y sus exigencias ocupan una buena parte de las páginas de Puro glamour. Y también las reflexione­s acerca de cuestiones más o menos polémicas, como la que apunta a que ya no se hacen críticas negativas en los medios.

«Es muy difícil porque el sector es pequeño, al final se coincide en fiestas y tendemos a tomarnos una crítica negativa como algo personal. Yo misma trato de ser

La escritora Aloma Rodríguez, en su casa.

delicada cuando creo que algo no está bien, no hacer daño», dice. «Lo que me resulta un poco llamativo es que, si hacemos caso a los prescripto­res, cada semana hay unas cuantas obras maestras llegando a la librerías y eso, aunque solo sea por estadístic­a, es imposible. También creo que tenemos una responsabi­lidad: si ves que están dando gato por liebre, hay que decirlo», completa. No recuerda haber respondido a la crítica de algún compañero sobre un libro suyo pero sí a otros asuntos. Sostiene que los títulos se defienden solos y que no pasa nada si no le gustan a alguien, pero cree que «hay que distinguir entre algo que no te gusta porque no entras o no te interesa el tema o lo que sea, y algo que consideras que está mal».

¿Cuál es el futuro de la prensa cultural? ¿Acabará la Inteligenc­ia Artificial con los oficios de periodista y escritor? Para Aloma Rodríguez: «Es más probable que acabe con el marketing editorial que con la escritura. El oficio de periodista cultural lo veo más amenaescri­tora zado por los propios departamen­tos de prensa de los grandes grupos editoriale­s que por la Inteligenc­ia Artificial. ¡Si aún no se ha inventado algo que nos libre de transcribi­r las entrevista­s! Si pasara eso, me dedicaría a hacer jabón casero y bizcochos, plantaría lechugas y me comería todas las peras del peral de la casa de mis padres».

La publicació­n / de este último libro coincide con la conversaci­ón en los medios sobre la ciudad de 15 minutos. Se trata de un concepto acuñado por el urbanista Carlos Moreno, que aboga por rediseñar las urbes para que los ciudadanos tengan a mano los servicios necesarios a menos de un cuarto de hora sin necesidad de transporte. Básicament­e, lo que suele suceder en capitales de provincia como Oviedo o Córdoba. Pero Aloma Rodríguez no volvió a su ciudad de origen de motu proprio del todo, sino que más bien fue Madrid la que la echó.

«La primera (auto)expulsión fue la maternidad, que te manda al carril de los lentos; dejar Madrid es alejarse del lugar donde todo sucede. Al principio lo viví como un fracaso, ahora creo que es una chorrada. No se puede estar en un sitio pensando dónde no estás y qué te estás perdiendo, eso solo lleva a la frustració­n», sostiene. La vuelta fue dura en parte por las circunstan­cias sociales, ya que la pandemia aún imponía los toques de queda, las mascarilla­s en los colegios y la prohibició­n de viajar, entre otros inconvenie­ntes. Además, las personas nunca vuelven al mismo sitio que dejaron sino a uno lleno de fantasmas que no es lo que era, aunque a la esa realidad, a veces incómoda, le parece «un buen material literario».

¿Son las grandes ciudades promesas que no se llegan a cumplir para los que llegan de fuera? «Madrid es una promesa, sí, pero creo que sí cumple, quizá no exactament­e lo que querías, pero siempre hay aventurill­as. Barcelona la conozco menos, pero se me hace más hostil que Madrid en cuanto a que es más difícil hacer amistad», comenta la escritora. Reconoce que el nivel de estrés baja en una ciudad más pequeña, aunque las distancias no solo se miden en kilómetros o con el reloj. «En Zaragoza todo está a quince minutos (quizá 30), pero da igual, porque hay distancias psicológic­as: la estación de Delicias, a 15 minutos en bici, parece que esté fuera de la ciudad», dice.

relata su vida y la de toda una generación en ‘Puro glamour’, una obra en la que realiza una fotografía de la maternidad

Una de las caracterís­ticas / más llamativas de la novela es la manera de tratar la vida familiar, totalmente alejada del drama. Precisamen­te, la familia es un tema que copa las mesas de novedades de las librerías pero suele estar ligado al malestar, los traumas y las malas experienci­as (algo que tampoco es sorprenden­te). La familia de Sara Mesa, Las voces de Adriana de Elvira Navarro, Los astronauta­s de Laura Ferrero, Material de construcci­ón, Heredarás la tierra de Jane Smiley o Un lugar para Mungo de Douglas Stuart son algunos de los ejemplos más recientes, aunque la lista podría ser mucho más larga.

Rodríguez sostiene que el hecho de que su retrato familiar se aleje de la tendencia catastrofi­sta no es culpa suya, sino que se debe a que «tiene mucha suerte». «En general, hay salud y estamos bien avenidos. Sí que he tenido muertes de gente querida, de familiares, pero trato de pensar en la suerte que fue conocerlos y disfrutarl­os el tiempo que lo hice, aunque los eche de menos cada día», afirma. Por otro lado, como escritora le interesa más la contención que la emocionali­dad. «La evisceraci­ón me agota. No me importa que haya desgracias, casi todos los libros de Natalia Ginzburg son historias trágicas, lo que me agota es el regodeo. Y luego que según Pisón no se puede escribir de familias felices y yo me empeño en llevarle la contraria por cabezonerí­a y provocació­n», añade.

No se le ocurre ningún libro relacionad­o con esta cuestión que no sea una desgracia que le haya gustado últimament­e, pero sí da algunos títulos interesant­es más o menos relacionad­os con el tema. «Llego con tres heridas de Violeta Gil es una historia bastante trágica pero no hay énfasis en la tragedia. Proletaria consentida de Laura Carneros tiene un tono que me gusta, no se regodea en la miseria por mucha que le rodee. También me ha gustado Castigado sin dibujos de Julio José Ordovás. Y estoy absolutame­nte enamorada de Deborah Eisenberg, he leído Relatos que es una selección de cuentos, y hay historias familiares infelices pero el foco no está puesto en la tragedia».

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«La evisceraci­ón me agota. No me importa que haya desgracias, lo que me agota es el regodeo»

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