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AL MARGEN
Si abril es la constatación de la primavera, la promesa de la luz y del color, del renacer de las ilusiones que estaban dormidas bajo el efecto del sueño eterno del invierno, desde que T. S. Eliot escribió La tierra baldía (1922) trasformó este mes en todo lo contrario. Desde entonces abril ha pasado de la vitalidad al dolor de la pérdida por la muerte.
Eliot escribió: «Abril es el mes más cruel, criando/lilas de la tierra muerta, mezclando/memoria y deseo, removiendo/turbias raíces con lluvia de primavera». Pese al lenguaje vanguardista de este poema, se interpretó como una crítica al mundo actual, un mundo que, a causa de la Gran Guerra, estaba destrozado, física y moralmente.
Abril sí es el mes de la luz nueva y de los libros, pero insistiendo en Eliot, esa tierra baldía que supone la pérdida persiste en su afán de recordarme que Luis Eduardo Aute murió también en un mes de abril de hace tres años.
Yo he tenido la inmensa fortuna de estar con él durante lo que ya recuerdo como toda una vida, un tiempo inolvidable en el que le publiqué poemas en revistas en los años años 90, colaboré en la edición de todas sus canciones en El cuerpo del delito (Temas de hoy,
Para T. S. Eliot era «el más cruel», pero también es el mes de todo lo que nos mantiene erguidos en nuestros deseos
2003); editando su poesía completa para Espasa, en 2017, y como antólogo de Auténtico (Ya lo dijo Casimiro Parker, 2021). Pero nada supera la experiencia de haber estado tan cerca de su talento creador y de su bonhomía y generosidad como ser humano.
Pasado el tiempo, hay muchos espacios, ciudades, escenarios..., en donde imaginar a Aute: La Habana, Zahara de los Atunes, su estudio de pintura o el parque de la Fuente del Berro, pero para mí, Eduardo estaría encendiendo la chimenea de su casa, a pesar de esta más que luminosa primavera, y me llamaría por teléfono para que fuésemos a verle esta tarde, que hay unos poemas que quiere leernos, que hay unas canciones de su próximo disco, que quiere que escuchemos.
Pero abril es también el mes de Miguel Cervantes y de William Shakespeare, es decir, es el mes de los libros que perviven contra todo pronóstico de hundimiento que trajeron algunos agoreros hace unos años. La pandemia ratificó el placer por la lectura, y páginas como las de este suplemento literario, dedicadas a los libros, vienen a corroborar su fuerza. Álex Sàlmon, director de estas páginas, dijo que su premisa es que, «se trate del mes que se trate, siempre sea abril para sus lectores».
Abril es todo esto, y también todo lo que nos mantiene erguidos en nuestros deseos: el amor, la poesía, el tiempo de la amistad que cada día vivimos más en la expresión de Ángel González, «sin esperanza, con convencimiento».
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