El Periódico Aragón

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NÚRIA ESPERT Actuará por última vez en Zaragoza del 22 al 25 de junio con ‘La isla del aire’

- JUAN CRUZ

Si se cumple su propia predicción, que se retirará después de su última obra, que representa­rá en el Teatro Principal de Zaragoza desde el 22 de junio, La isla del aire (escrita por Alejandro Palomas, dirigida por Mario Gas) será la última de las numerosas obras de arte que ha interpreta­do Núria Espert en la escena española e internacio­nal.

–¿Cómo se aprende a escuchar en el teatro?

–Escuchando. Escuchar es el factor principal en el teatro y en la vida, ¿no crees? Pero, además, tienes que pensar qué material tienes en las manos para luego dibujar el personaje. Para esta obra, el autor ha creado un universo que yo me he creído al instante y eso me ha servido mucho para preparar la interpreta­ción. Llega el momento en que la madre de la niña ahogada se pregunta por qué estamos tan solas, pero luego ves que la llegada de la madre sirve para desvelar las cosas que han pasado. Es verdad que el abuelo lo contó todo antes de morir, pero… este es un texto que es una sorpresa muy agradable hasta el final. Creo que el final es una maravilla: «He hecho por ti lo que no he hecho por nadie».

–Su actitud en ese final, cuando se enfada con sus hijas en la obra, y reconduce la vida de cada una de ellas, me ha recordado a Carmen Balcells, aquella agente literaria que revolucion­ó la vida de la literatura y de sus autores…

–Es que… ¡qué mujer! Pero es que aquí todos los personajes parecen muy auténticos, muy humanos, verdaderos. Eso es importante para que te creas lo que te cuentan.

–En la obra hay tristeza, pero también humor.

–Sí, sí. Este drama me permite, y le permite al público, reírme. Creo que también por eso el texto es magnífico.

–¿Cada obra de teatro es única?

–Sí, esta obra de Palomas es única. Yo siempre he leído todo lo que me han traído y lo que he buscado, pero esta obra que estamos haciendo me parece una obra que es muy teatral en todo el sentido de la palabra. Porque está llena de sorpresas. Sólo los grandes hacen este tipo de personajes. Chéjov, por ejemplo. Chéjov, por cierto, también metía humor en sus obras.

–¿Qué valor tiene para usted el recuerdo de haber hecho otras obras? ¿La obliga a actuar de un modo preciso?

–Sí. Una carrera tan larga tiene de todo. Pero esta obra ha llegado al final de mi carrera, es de un autor español, vivo… Cosa que siempre había querido.

–¿Qué aprende cuando hace una obra como esta?

–Esta obra a mí me produce una gran alegría y pienso en la buena suerte. Porque íbamos a hacer otro proyecto, pero se deshizo y apareció de pronto este y nos gustó. Fue como un regalo, la verdad.

–Es una obra sobre las soledades, cada mujer es una soledad. ¿Qué tipo de soledades estamos viviendo hoy?

–Soledades desorienta­das, ¿no? Yo creo. Antes tenías amigos y te confesaban que estaban desorienta­dos, porque eran del mundo de la cultura, donde hay desorienta­ción, nunca estás contento del todo, siempre hay un malestar… Pero ahora parece que eso les pasa a todos y que se trata de una cosa mundial. Hay un desconcier­to tan evidente…. Las cabezas pensantes del país no son aceptadas y creo que no tenemos un espacio como de echadora de cartas, un lugar donde puedas ver un poco de tu futuro. Hoy todo está difuso. Cada vez que se reúnen los grandes personajes de nuestro mundo actual se ve la desorienta­ción. Porque estamos desorienta­dos.

–Usted ha hecho de la poesía una apuesta constante, que ha marcado su vida a la par que el teatro. ¿Qué valor tiene ahora la poesía para usted?

–Yo me recuerdo hablando con Armando [Moreno, su esposo, productor de toda su obra mientras estuvo vivo, hasta1994], diciéndole que este era el momento de la poesía. Es el momento de darles voz a los poetas. Después la vida me ha permitido hacerlo con muchos de nuestros poetas. Porque sentía que había que sacar a los que saben contar las cosas.

–El teatro siempre ha servido para contar lo que le pasa a la gente.

–Sí, sí. El teatro vive enganchado a la vida. Cuando la vida resbala o se equivoca y causa grandes dolores, o cuando trata de levantarse y pone toda la carne en el asador, ahí está la poesía y la dramaturgi­a y los libros y los autores. Pero no sé si ahora estamos en un buen momento.

–¿Cómo ve el porvenir del teatro español?

«El teatro de hoy es más frío. Ya no hay la satisfacci­ón que te proporcion­a Shakespear­e»

–Hay mucha gente nueva tratando de encontrar su silla o su lugar para expresarse. Pero aquí en Barcelona ya han cerrado un teatro por falta de público. Eso es bastante malo, ¿no? El teatro necesita cariño, necesita un público que lo ame. El teatro es frágil y cuando hay unos cinco títulos extraordin­arios en cada temporada, el teatro florece y la gente florece.

–¿No nos hemos tomado en serio la importanci­a que tiene el teatro para la democracia?

–Tengo amigos en varios teatros y están un poco no sé, ¿decepciona­dos? Podría existir un nexo de unión entre lo que pasa en distintas partes del mundo: en Roma o en Londres no hay una gran exaltación por el teatro. Y creo que aquí nos pasa lo mismo. Eso es así.

–¿A qué cree que se debe esa falta de exaltación?

– Pues yo vi la posibilida­d de cambio cuando Franco se murió. Pero en el sentido político. De la cultura casi no se ocuparon. Y hoy esa oportunida­d del gran cambio no se ha presentado. Después del dolor de la dictadura se despertaro­n en nosotros muchas cosas y en cambio ahora… ya no están los grandes grupos teatrales, por ejemplo.

–Cuando la gente le aplaude al final de esta obra, obviamente la aplaude a usted, a las actriz, al montaje, al autor, pero ¿qué está aplaudiend­o en realidad también? –La emoción. Una emoción que, por desgracia, ya no es tan común en el teatro. Como que el teatro de hoy es más frío, más cerebral. Ya no hay la satisfacci­ón que te proporcion­an Shakespear­e o Buero Vallejo, por ejemplo.

–Un día me dijo que se preguntaba si se había portado bien con la gente. ¿Se lo sigue preguntand­o?

–Sí, sí. Porque es algo que me importa. Pero… como respuesta me digo: me he portado aceptablem­ente bien.

–¿Y cómo se siente en el papel de abuela, en la obra y en la vida?

–Me siento bien. Creo que el autor ha tenido mucho cuidado en no hacer una señora encantador­a que trae la paz a la casa, sino a alguien que sabe que tiene la muerte cercana y sabe que hay que hacer eso digerible para los suyos.

–Un día me dijo también que había que dejar que fluyeran las cosas. ¿Cómo fluyen las cosas entre el elenco que actúa allá arriba, en el escenario?

–Con una facilidad, una sinceridad, unas ganas de crecer...

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FERRAN NADEU La actriz Núria Espert, en una imagen tomada en 2020.

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