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Misilística de Pionyang no es nueva, pero sí lo es su renuncia a la reunificación Kim Jong-un anula contactos con el otro lado de la alambrada =
Corea del Norte ha saludado el año con un misil hipersónico de medio alcance tras las maniobras militares de EEUU, Corea del Sur y Japón. En las últimas semanas había encadenado el lanzamiento de un proyectil intercontinental, la puesta en órbita de su primer satélite espía, el ensayo de un dron submarino con carga nuclear y varias salvas de artillería sobre la disputada frontera marítima, por hacer la lista corta. Seúl suspendió un acuerdo de 2018 para rebajar las tensiones y retomó la vigilancia aérea. Pionyang, en respuesta, devolvió sus soldados a los puestos fronterizos.
No es nueva la briosa actividad misilística norcoreana ni las amenazas de una guerra inminente ni las promesas de envolver en un mar de fuego a sus enemigos. Dos elementos sí son nuevos. Por un lado, la renuncia a la reunificación que había sido el propósito último de los Kim desde que su abuelo iniciara la saga. Su nieto pidió al Parlamento recientemente que una enmienda defina a Corea del Sur como su «principal enemigo» y aclaró que la unificación ya no es posible. Ese objetivo, añadió la prensa nacional, es «un serio anacronismo» cuando sus vecinos del sur solo buscan «una oportunidad para derribar nuestro Gobierno y alcanzar la unificación por absorción». También ha demolido el Arco de la Reunificación, monumento de gusto escaso pero simbolismo abundante, que su padre había levantado en Pionyang durante aquellos raros años de sintonía en el principio del milenio. Y ha cerrado tres agencias estatales que promovían los contactos a ambos lados de la alambrada.
El segundo elemento es una disensión en las prietas filas de los norcoreólogos, ese gremio esforzado en el estudio de un país inasible. Robert Carlin, antiguo analista de la CIA, y Siegfried Hecker, científico nuclear que ha visitado el país en varias ocasiones, aventuraron en un artículo publicado en el medio especializado 38 North que Kim Jong-un «ha tomado la decisión estratégica de ir a la guerra». «No sabemos cuándo ni cómo tirará del gatillo pero el peligro ya supera en mucho al de las rutinarias advertencias sobre las provocaciones de Pionyang», añadían. A esa decisión, argumentaban, habría llegado el país tras dos décadas intentando «normalizar» su relación con EEUU.
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